jueves, 19 de marzo de 2020

Devuélveme la Luna

Este mes os traigo dos entradas al precio de una. Es lo que tienen las vacaciones, son maravillosas para leer, escribir y ponerte al día de un montón de cosas. Ración doble de Criska.

Empieza a ser una costumbre comenzar mis entradas con pequeñas confesiones. Ahí va una: reconozco haber hecho trampa, no he comentado todos los libros que he leído. Faltan un par de ellos porque me parecieron tan flojos, o directamente malos, que apliqué la bondadosa reflexión según la cual si no hay nada bueno que decir, mejor no decir nada. Parafraseando a mi querida amiga Patri: “si no hay mata no hay patata”. También estuve tentada de no compartir mi opinión sobre “Devuélveme la Luna”, pero por motivos completamente opuestos. La raíz de mi reticencia se debe a que conozco personalmente a su autora, Elena Moreno, y no sólo eso, sino que fue ella la que me inoculó con eficacia certera este gusanillo de la escritura. Pero si ello sirve para que muchos de vosotros os acerquéis a los libros de Elena, bienvenida sea.

Autor: Elena Moreno Scheredre
Título: Devuélveme la Luna
Editorial: La esfera, 2018
Páginas: 296

Sinopsis:

Mientras espera la visita de su hijo, Miranda recibe un email procedente de un abogado barcelonés, que le comunica que obra en su poder un paquete remitido por el escritor escocés William Urquhart con el encargo de serle entregado en mano. Han pasado cinco años y sus intentos por olvidarlo parecen consolidarse. Cambió su tierra, la costa de Vizcaya, por el campo salmantino; la tutela de sus hijos por la compañía de Zuri, su perra labradora, pero ahora él vuelve para cobrar vida en la pantalla de su ordenador, amenazando con socavar la paz del hotel rural El Cielo Azul del que es propietaria.

Sin pensarlo demasiado responderá al abogado: «… Aunque resulte tentador abrir ese paquete misterioso del que me habla, no lo haré…». Ella no puede imaginar que su negativa traspasará las puertas de una intimidad que no está dispuesta a volver a entregar.

Reflexiones y disertaciones personales de Criska World sobre “Devuélveme la Luna”


Elena colabora con “El correo” publicando cada viernes una columna de opinión, y entre párrafo y párrafo, saca tiempo para enseñar el complicado arte de tejer y contar historias. Orgullosa getxotarra suele convertir el mar de su querida Algorta en escenario literario porque, como ella misma confiesa a sus alumnos, tiende a apoyarse en los lugares que ocupan un lugar especial en su corazón. Así ocurre en “Devuélveme la Luna”, su tercera novela, donde la acción triangula entre la costa de Vizcaya, la dehesa salmantina y una Barcelona cuya belleza agoniza bajo las hordas de turistas. Uno de los motivos de atracción de sus novelas es precisamente éste, la proximidad. Pero no sólo se trata de unas localizaciones que el lector reconoce y puede hacer suyas, sino también de los personajes. Los protagonistas son cercanos, su aspecto es la de tu vecina del quinto o el hombre al que ves cada día en el autobús absorbido por un libro. 

La vecina del quinto y el hombre del autobús están encarnados por Miranda y Alejandro, dos veteranos supervivientes que no son ajenos a la derrota. A pesar de todo, siguen adelante; al fin y al cabo de eso va la vida, de vivir, de continuar el camino e ir poniendo tiritas en las viejas heridas, de no hacerlas mucho caso cuando escuecen. Miranda lo hace pertrechada en su sólida torre de marfil, un curioso hotel rural que comparte con toros bravos. Su tranquila y predecible rutina se ve resquebrajada cuando Alejandro, un completo desconocido, contacta con ella para entregarle un paquete.

El antagonista de la historia no tiene dimensión humana, es tan sólo un recuerdo, un fantasma que  a quien, como si fuera un lord Voldermort innombrable, Miranda se refiere como una enfermedad. Es “su mal de William”, al que no está dispuesta a abrir el más mínimo resquicio de su muralla. Email va email viene, la vecina del quinto y el elegante hombre del bus se van complicando la vida sin pretenderlo, todo gracias o, a pesar de, el fantasma que les une.

La novela pretende rescatar un género antiguo como es el epistolar, popular en otros tiempos de aspecto victoriano. Para no incurrir en anacronismos la tinta, la pluma y el papel han sido necesariamente sustituida por una pantalla. Creo que el formato es acertado para el fin de la historia. Escribir una carta, tenga el formato que tenga, es un acto íntimo de entrega y reflexión en el que se desgrana cada pensamiento en forma de palabra. A veces el pixel o el papel nos dan una sensación de protección que nos permite verter intimidades que, de estar frente a los ojos del destinatario, no seríamos capaces confesar. Quizás haya lectores a los que disuada un final evidente en las primeras páginas, pero en este cuento no es el desenlace lo importante, sino cómo los personajes llegan hasta él.

Ya habréis imaginado que una historia tan intimista no puede ser contada al modo de exitosos bets sellers, en los que toda la trama se precipita como en un guión cinematográfico y en los que, a veces, tanta acción no deja hueco para respirar. El estilo que exhibe la autora, por el contrario, es una prosa en la que no da puntada sin hilo, de esas que, una vez le coges la sonoridad, podrías reconocer en otros escritos. Así es en sus dos novelas anteriores, “El salón de la embajada italiana” y “Dondequiera que estés”.

Las historias de Elena Moreno, para algunos, pueden ser la taza de chocolate a la que te agarras un día de lluvia. No te cambian la vida, pero pueden hacen mucho más llevadero el día que has tenido bronca con el jefe o que te toca la moral ver tanta estupidez derramada es pos de la campaña electoral. Por eso, los lectores a los que recomendaría este libro son todos aquellos que, por unos instantes, deseen reconciliarse con el género humano a través de una historia sencilla, sin dobleces ni efectos especiales (aquí no explotan coches ni hay artes marciales). Les gustará sin duda a a los soñadores, esos que fantasean y se encuentran a menudo observando a un completo desconocido  tratando de adivinar su historia. Incluso se lo prestaría a las mujeres adictas a la novela rosa, y algún que otro caballero, que también los hay, para que cambien de tercio y vean cómo es posible hablar de sentimientos sin caer en empalagamientos, situaciones manidas u sin entrar en el terreno de lo que yo llamo "pornografía sentimental". Quizás penséis que lo digo por complacencia o peloteo, pero creerme, alguien con el mucho el oficio de la autora, sabría sacarle punta hasta al acto de bajar a por el pan o echar cada martes la quiniela y contarlo de una manera bonita. Los costumbristas, también estáis de enhorabuena.

No se lo recomendaría a los consumidores unidireccionales de ciencia ficción, género fantástico, amantes de Ian Fleming y su James Bond o los que esperan encontrarse en una novela acción trepidante y giros imposibles de sorprendente final. 

1 comentario:

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