domingo, 21 de abril de 2019

El Don

El título del que hablaré en esta ocasión es uno de esos extraños casos en los que el azar quiere que sea el libro el que escoja al lector, y no al contrario, como suele ser habitual.  Alguien a quien aprecio necesitaba hacer sitio en su biblioteca y con una generosidad que no llego a comprender - soy ruin y avara con mis libros, los atesoro como el taimado Golum - ofreció despreocupadamente a varias personas algunos de sus volúmenes sobrantes. Entre los excedentes, un par de libros los había leído y otro par fueron escogidos por manos más rápidas. Y me tocó el chino. Así, como suena, aunque quede feo decirlo. La verdad es que me hizo ilusión, puesto que nunca, hasta este momento, había leído nada de ningún autor del país del sol naciente. 

Mai Jia era un completo desconocido para mí. Sin embargo, al investigar brevemente su trayectoria averigüé que ni él ni su libro son nuevos en el mundillo literario. “El don”, su ópera prima, se publicó en el 2002. Tuvo un alumbramiento difícil, a su autor le costó once años que naciera y, tras conseguirlo, el orgulloso padre tuvo que peregrinar por toda China coleccionando decenas de rechazos editoriales para su retoño. Pero este cuento tiene final feliz y moraleja: todo esfuerzo tiene su recompensa y cuando por  fin “El don” vio la luz, fue un bombazo en su país. Millones de lectores se engancharon a su historia y a la cola de China vino occidente. En la actualidad la crítica presenta a Mai Jia como uno de los autores chinos más talentosos y afamados. 


Autor: Mai Jia; traducción de Claudia Conde
Título: El don
Editorial: Destino, Ed. 2014
Pag: 480


Sinopsis:

«Si se para a pensarlo ―continuó el director―, un genio matemático, alguien que desde la infancia había estado en contacto íntimo con la interpretación de los sueños, un hombre que había estudiado la filosofía china y el pensamiento occidental, y que había explorado las complejidades de la mente humana, era alguien que tenía un don y había nacido para ser criptógrafo.» Rong Jinzhen es un chico fuera de lo común: educado por un extranjero en la China de los años veinte, vive una infancia solitaria, sumergido en su propio mundo. Pero pronto desarrolla un don que lo hace extraordinario. Rong puede ver lo que nadie más ve, sus conocimientos van más allá de lo que una persona corriente puede entender… 

Meditaciones y disertaciones de Criska sobre “El don”

Desde el principio “El don” se presentó como un misterio. Al preguntarle a su antigua dueña si le había gustado, se encogió de hombros y me contestó que fue un regalo y ni siquiera se lo había leído. No es comienzo muy prometedor, lo sé, pero esa circunstancia, lejos de desanimarme, alentó  mi curiosidad. Empecé a leerlo en caliente, sentada en el metro y en total ataraxia (no sabéis las ganas que tenía de meter esta palabreja que he aprendido de una de mis alumnas). El principio me pareció prometedor. En unas treinta páginas, media hora de metro a la sazón, Mai Jia había sido capaz de desplegar una genealogía familiar al más puro estilo de García Márquez en “Cien Años de Soledad”.  Sin embargo, la incógnita de “El don” no hizo más que acrecentarse a medida que pasaba sus páginas, pues si hay algo que rodee y describa la historia es precisamente el enigma. Enigmático y extraño es su protagonista, Rhong Jinzhen, del que haré unas reflexiones a continuación, como insondables son para mí su genialidad y, sobre todo, las disciplinas en las que se zambulle: las matemáticas y la criptografía.

Rhong Jinzhen, al igual que el libro que protagoniza, vino al mundo entre dificultades. A las complicadas circunstancias familiares, ya de por sí motivo de rechazo en la sociedad china de los años treinta, se une su extraño comportamiento; es, sin usar eufemismos ni paños calientes, un bicho raro que repele a casi todos los que le rodean. En este sentido, Mai Jia parece adelantarse a la actual tendencia de crear protagonistas diferentes, raros, y estirar sus rasgos distintivos hasta el extremo: el Doctor House o el delirante Sheldon Cooper de Big Bag Theory son buena muestra de ello. Lo diferente vende. Los productores de televisión creen haber encontrado la gallina de los huevos de oro, pero ellos no inventaron ésta fórmula. Mucho antes, por poner un ejemplo de los muchos de que hay en la literatura, Sir Arthur Conan Doyle nos regaló al díscolo Sherlock Holmes, abanderado de la rareza y la excentricidad, un personaje absolutamente brillante que más de un siglo después de su creación sigue inspirando series y películas. La diferencia entre Rhong Jinzen y sus compañeros de ficción es que, mientras el lector o el espectador desarrolla simpatía hacia los primeros, por irritantes, mordaces o hirientes que se muestren, en el caso del segundo es prácticamente imposible que eso suceda. 

El miembro más joven de la saga Rhong posee una rareza inquietante, deshumanizada. No me refiero a la deshumanización que otorga la vileza o la maldad, sino a una la falta de calidez y de impulsos vitales que lo asemejan más a una máquina que a un hombre de carne y hueso. He aquí la cuestión y, desde mi punto de vista la reflexión más interesante de su autor: ¿de qué sirven la inteligencia y la genialidad si su torpeza en los aspectos más básicos y cotidianos de la vida le impiden relacionarte de una manera sana y normal con el resto de su entorno? ¿Debe de ser el conocimiento meramente instrumental? Me parece una pregunta pertinente para una historia cómo esta, donde se nos presenta a un genio a la altura de Albert Einstein o Setephen Hawking, responsable de unos logros inimaginables en su campo y, sin embargo, con una inteligencia emocional nula. Un hombre capaz de hacer cálculos y desenmarañar códigos que se creían indescifrables para la mente humana,  no sabe manejar sentimientos como el amor, la frustración o el fracaso. Por eso Rhong Jinzen, en el fondo, es un ser frágil que corre el riesgo de romperse. Lo que plantea otra duda razonable ¿la genialidad y la locura son dos caras de la misma moneda? 

El extraño Jinzen está arropado por un elenco de personajes que, necesariamente, se mueven en el ámbito de la excelencia científica: sabios en matemáticas e integrantes de secciones gubernamentales super secretas. Algunos de ellos participan en la novela a través de entrevistas, en calidad de testigos, otorgando un formato poco convencional para una novela.  Mai Jia inventa un narrador para cohesionar la trama, un periodista que trata de reconstruir la biografía de Rhong Jinzen, héroe nacional con el que el país está en deuda y cuyos logros permanecen en el olvido a causa de la naturaleza secreta de su trabajo; de ahí que se intercalen pasajes novelados con entrevistas “transcritas literalmente”. Al incluir un narrador de éste tipo el autor consigue  crear cierto suspense, va dejando miguitas de pan que retrasan el desarrollo de la historia con un recurso al más puro estilo de los cuentos tradicionales, con elegantes “luego os contaré…”. De hecho, en su país el libro fue considerado un thriller de suspense psicológico, algo con lo que estoy en absoluto desacuerdo. Será que los críticos chinos no han leído a James Elroy o a la plétora de escritores nórdicos, reyes y reinas todos ellos de la novela negra, por no hablar de mi amado Pierre Lemaitre y su trilogía del comandante Camille Verhoven. Eso es suspense, señores críticos literarios chinos, thriller y novela más negra que la cabeza de un grillo, de esa que te encoje el alma y las uñas. Con “El Don”, a lo sumo, sientes un pellizquito benévolo de blanca curiosidad.

Dicho esto, aunque no se trata en absoluto de una mala novela pasará por mi vida sin pena ni gloria y, de no ser por este diario de libros, sé que en mi memoria la historia y la vida de Rhong Jinzen “cómo lágrimas en la lluvia” se irían al más puro estilo Blade Runer. Pero el mero hecho de que éste libro no haya entusiasmado a una servidora, no quiere decir que no sea una buena lectura para amantes de las matemáticas y los enigmas, enamorados de los personajes poco convencionales o para aquellos que se quieran acercar a la literatura contemporánea China. Absténgase los fans de la literatura negra  como el carbón, a pesar de lo que diga la crítica, creo sufrirían una amarga decepción.

domingo, 10 de marzo de 2019

Las tres bodas de Manolita

Voy a empezar esta entrada confesándome. Si no fuera por mi amiga Nora seguiría diciendo que a mí, Almudena Grandes, ni fú ni fá, a pesar de ser una de las autoras más leídas de nuestro país. Por eso le dedico la entrada de este mes a ellas, a Nora y a Almudena, la primera por recordarme que todo el mundo merece una segunda oportunidad y la segunda por redimirse con méritos propios. 

Y sin más dilación, entro en faena con mis disertaciones: 

Autora: Almudena Grandes (1960 - )
Título: Las tres bodas de Manolita
Editorial: Tusquets, 2014
Páginas: 768

Resumen:

En los buenos tiempos, las chicas se casan por amor. En los malos, no siempre pueden elegir. En el Madrid recién salido de la guerra civil, sobrevivir es un duro oficio cotidiano. Especialmente para Manolita, una joven de dieciocho años que, con su padre y su madrastra encarcelados, y su hermano Antonio escondido en un tablao flamenco, tiene que hacerse cargo de su hermana Isabel y de otros tres más pequeños. A Antonio se le ocurrirá una manera desesperada de prolongar la resistencia en los años más terribles de la represión: utilizar unas multicopistas que nadie sabe poner en marcha para imprimir propaganda clandestina. Y querrá que sea su hermana Manolita, la señorita «Conmigo No Contéis», quien visite a un preso que puede darles la clave de su funcionamiento. Manolita no sabe que ese muchacho tímido y sin aparente atractivo va a ser en realidad un hombre determinante en su vida. Pero antes deberá descubrir quién es el delator que merodea por el barrio.

Reflexiones y disertaciones personales de Criska World sobre Las tres bodas de Manolita


Antes de meterme en harina me gustaría dejar una nota a los lectores. Estando como están las aguas en nuestro país, con las susceptibilidades a flor de piel y el espectáculo circense del fantasma de Franco paseándose del Valle de los Caídos a la Almudena, por no hablar de la panda de cachondos que tuvo la idea de recoger firmas para llevarlo a la Sagrada Familia de Barcelona, resulta complicado abordar el comentario de una novela sobre la guerra civil. Por eso quiero que no quede duda de que este es, ante todo y sobre todo, un blog de libros y yo una simple aficionada a la lectura. No es mi intención hacer verter ningún tipo de opinión política en este blog. 


¿Cómo puede no gustarte Almudena Grandes?, me interpeló con pasión mi amiga. Intenté justificarme explicando por qué me mostraba reticente en cuanto a su autora favorita. Le conté que uno de sus libros más conocidos "Malena no es un nombre de Tango", me pareció tan soporífero que no fuí capaz de terminarlo (y estoy hablando de una época en la que, con la pedante tenacidad de mi juventud, me obligaba a concluir todo libro que empezase, allá fuese la Crítica de la razón pura de Kant). ¿No te has leído El corazón helado?¿Y las edades de Lulú, su primera novela?, continuó incrédula. Me di cuenta de que había leído ambas; "Las edades de Lulú", en el instituto, a escondidas, como todas mis amigas de entonces (supongo que en aquellos años era el equivalente de las "50 sombras de Grey", pero sin ser basura). Mi primer jefe fue quien me prestó "El corazón helado", y a pesar de que han pasado muchos años, recuerdo cómo el libro no sólo me gustó, sino que disfruté leyéndolo. Sin embargo, no se me había ocurrido relacionar ambos títulos con la autora de Malena. A esas alturas de la conversación, Nora ya me había hecho pensar que, igual, la Grandes no era tan terrible. Pero para burra yo. Así que expuse el siguiente motivo de mi resistencia: la temática omnipresente en muchas de sus obras, la guerra civil española, no suele ser santo de mi devoción. Creo que la literatura y el cine español están saturados con el tema y por hastío, no suelo interesarme en novelas que lo traten.

Poco después de aquella conversación me sorprendí comprando "Los besos en el pan", y gracias a ello, no siendo su mejor obra, a mis ojos apareció otra Almudena Grandes. Así que continué con "Inés y la alegría" para asegurarme de que mi nueva percepción no era un espejismo, a pesar tener un argumento de los que no suelo elegir. Tuve que darle la razón a mi amiga. Me gustó. Mucho. Y, como Forrest Gump, ya no paré de correr hacia Almudena. Le siguieron "El lector de Julio Verne" y, como no hay dos sin tres, terminé sucumbiendo a las "Tres bodas de Manolita". Tenía que hacerlo porque, como otros miles de lectores, me he enganchado a su serie Episodios de una Guerra Interminable. Este ambicioso proyecto comenzó en el 2010 y pretende estar formado por seis novelas centradas en  la posguerra. El último título publicado de la serie, para los interesados, está en las librerías desde el año pasado y lleva por título "Los pacientes del Doctor García".

 "Las tres bodas de Manolita" es una historia coral sobre los años más duros de la inmediata posguerra. En un Madrid pobre y desolado, se despliega un tapiz de vidas y destinos que, de no ser por el conflicto, difícilmente habrían llegado a cruzarse. Algunas de estas vidas son reales, otras imaginarias, pues como en sus anteriores novelas Almudena Grandes juega con los hilos de la ficción y la realidad. Los hechos históricos en los que se apoya para desarrollar la trama, son el envío de dos multicopistas desde el partido comunista en la clandestinidad de Bilbao a sus compañeros madrileños. Así lo explica en el primer capítulo, que a modo de ensayo novelado, introduce al lector en el contexto histórico, informándole, de paso, de que algunos de sus protagonistas son absolutamente reales. Éste es el caso de Roberto Conesa Escudero, un oscuro personaje que forma parte de lo peor de nuestra historia reciente, perteneciente a la temida Brigada político-social de la era franquista y responsable de multitud de detenciones durante el régimen del dictador. Conesa murió en 1994, por lo que personalmente me parece muy valiente, y complicado, atreverse a poner pensamiento a un hombre que murió antes de ayer y cuyo legado sigue andando por la calle (literalmente, pues se dice de este señor que fue el mentor del tristemente célebre "Billy el Niño"). Igual es una cosa rara mía, pero yo siempre he necesitado más tiempo y perspectiva para abordar un personaje. No obstante, en lo que a la ficción de la novela se refiere, el malo cumple con creces su función. Es absolutamente abyecto.

En esta historia los héroes no son convencionales. Su marginalidad y sus distintas relaciones con Manolita les unen, a pesar de sus diferencias. Un homosexual cuyo amor no es correspondido, una bailarina indómita de flamenco convertida en miliciana y hasta un aristócrata anarquista que monta en su palacete una insólita comuna, son algunos de los muchos personajes que desfilan por la novela ante la mirada de su protagonista. Manolita a veces les cede espacio a sus compañeros de reparto, puesto que Almudena Grandes también dedica algunos capítulos a desentrañar sus historias personales y, de paso, deja respirar entre un capítulo y otro a la pobre muchacha, asediada por la fatalidad.

"Dios aprieta y además, ahoga". Es la frase que la vida le ha enseñado a Paco "La Palmera", y que define a la perfección la sucesión de desdichas a las que son sometidos los protagonistas, porque aquí sufre hasta el apuntador. En mi opinión, ésta es la parte más emocionante de la novela, no la del sufrimiento, sino la red de solidaridad que se teje entre completos desconocidos cuando se ven sometidos a una situación extrema. El hambre y la guerra sacan lo peor de las personas, pero también lo mejor, y el ser humano es capaz de encontrar amor y dignidad hasta entre los muros de una prisión, porque eso es lo que nos hace libres a pesar de las penurias. Especialmente conmovedora es la atención que la autora dedica a las mujeres que visitan a sus presos y establecen vínculos en la cola de la cárcel.

En cuanto al estilo de la Grandes no voy a decir nada que os sorprenda: se nota que es perra vieja y tiene muuuchas tablas. Su prosa está repleta de metáforas y relaciones imposibles de conceptos que en su pluma adquieren sentido pleno. Como en las canciones de Sabina. Y aunque la primera sea escritora y el segundo músico, emplean recursos similares a la hora de crear sus símbolos. Esa sucesión de imágenes se demora hasta lo imposible, con párrafos largos, sin puntos a la vista, pero que sin embargo, permiten al lector situarse en el centro del pensamiento de los personajes. Almudena Grandes escribe, y describe, sin seguir una línea recta, de modo que alguien con menos oficio conseguiría que el lector se perdiese entre el bosque de frases subordinadas insólitas.  

A pesar de haberme reconciliado con la autora, si tuviese que ponerle nota a su novela tendría serias dudas sobre si concederle un aprobado alto o un notable bajo, ya que me ha parecido la más floja de la serie. Cuesta un poco entrar en la historia, pero es cierto que, una vez que lo haces, las páginas vuelan solas.

La última de mis reflexiones puede ser extensiva a su serie Episodios de una guerra interminable, que ella misma clasifica dentro del género de novela histórica. Todo lo que narra, como ya se ha mencionado, está basado en la realidad; al final de cada libro explica cuál ha sido su bibliografía de referencia o incluso, a qué personas ha entrevistado. En “Las tres bodas de Manolita”, concretamente, el personaje de Isabel, hermana menor de Manolita, está basado en la vida de una mujer a quien la autora conoció en un acto de homenaje a la República. Porque sí, Almudena Grandes no esconde su tendencia política y proclama orgullosa que es republicana. Para escribir se apoya sus creencias y el corazón, algo que a priori no es malo, muy al contrario, el sentimiento subjetivo es uno de los principales instrumentos de la creación artística. Pero hablando de historia, las creencias, en mi humilde opinión, hacen que a veces simplifiquemos en exceso las cosas. Habiendo señalado el exceso de celo subjetivo de la autora, decir que probablemente contaría con la aquiescencia de uno de los grandes, don Miguel de Unamuno, quien al ser acusado de no ser objetivo en sus planteamientos, se defendió contestando que si era subjetivo se debía que él era un sujeto, siendo del todo imposible que fuera objetivo, no siendo ningún objeto.

¿Y a qué lectores les recomendaría yo este libro? A cualquiera que conozca y siga la trayectoria de Almudena Grandes, para no perderla de vista. A los aficionados a la novela histórica en general e incluso, a algunos aspirantes a escritores, para que tomen nota de los muchos y muy interesantes recursos literarios de su autora.







sábado, 19 de enero de 2019

Medio sol amarillo

Me hace especial ilusión dedicarle esta entrada a una de las autoras con las que más he disfrutado en los últimos meses y de la que me confieso admiradora incondicional. Si yo tuviera Instagram hasta la seguiría. Me refiero a la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, una talentosa escritora que espero nos deje muchas más novelas. De momento tiene cuatro, un par de obras de teatro, un libro de poesías y un brevísimo ensayo que está teniendo mucho éxito y difusión "Porqué todos deberíamos ser feministas". Medio sol amarillo es su segunda novela.


Autor: Chimamanda Ngozi Adichie (1977 - )
Título: Medio sol amarillo
Editorial: Literatura Random House, 2006
Pag. 544

Resumen:

Medio sol amarillo recrea un período de la historia contemporánea de África: la lucha de Biafra por conseguir una republica independiente de Nigeria, y la consecuente guerra civil que segó la vida de miles de personas. Con gran empatía y la naturalidad de una narradora comprometida, Chimamanda Ngozi Adichie recrea la vida de tres personajes atrapados en las turbulencias de la década: el joven Ugwu, empleado de la casa de un profesor universitario de ideas revolucionarias; Olanna, la hermosa mujer del profesor, que por amor ha abandonado su privilegiada vida en Lagos para residir en una polvorienta ciudad, y Richard, un joven y tímido inglés que está enamorado de la hermana de Olanna, una mujer misteriosa que renuncia a comprometerse con nadie. A medida que las tropas nigerianas avanzan, los protagonistas de esta historia deben defender sus creencias y reafirmar sus lealtades. Medio sol amarillo es una novela épica y magistral, que cuestiona el colonialismo, las alianzas étnicas y la responsabilidad moral de un conflicto apoyado por las potencias mundiales.

Reflexiones y disertaciones personales de Criska World sobre Medio sol amarillo

¿Alguna vez habéis visto por la tele, embobados, el patinaje sobre hielo? Siempre me asombra la levedad y la gracia de las patinadoras, que parecen flotar por la pista desposeídas de peso, desplazándose y girando al ritmo de la música. Sus movimientos son fluidos, naturales y aparentemente tan faltos de dificultad que por unos instantes caes en la trampa de pensar que tú también serías capaz de volar por el hielo. Hacen que algo extraordinariamente complicado parezca sencillo. Tuve esa misma sensación la primera vez que leí una novela de Chimamanda, donde las palabras parecen deslizarse sin dificultad por las páginas. Por eso me gusta tanto. Es una narradora eficaz, sincera, carente de afectación y hace que leer sus historias sea un placer sencillo, fácil. Y es que cuanto más leo y escribo más me convenzo a mí misma de que “menos es más”, que la literatura no tiene porqué ser un intrincado laberinto de retórica y complicadísimas metáforas en las que el lector se puede sentir perdido y abrumado. Una historia está tan bien escrita en la medida en la que cualquier lector, independientemente de su edad, formación o ámbito geográfico, sea capaz de sumergirse en ella, hacerla suya, comprenderla. ¿Acaso no va la narrativa de eso: de contar historias que conecten con la gente?

No se me escapa el hecho de que quizás, a algunos de vosotros, el resumen de Medio sol amarillo os ha podido “tirar pa’tras”. Yo misma, de no haber leído la novela “Americanah” y a raíz de ahí haber investigado un poco sobre la autora, hubiera pensado: ¿pero qué me recomienda esta loca? ¿una novela histórica sobre la guerra de Biafra, un país extinto que no sabría situar en el mapa? ¿pero qué voy a tener yo en común con un chaval de una aldea remota o con una mujer de Lagos? Pero creo que si os animáis y decidís asomaros a las vidas de los protagonistas, unas pocas páginas después le habréis cogido cariño a Uwgu, un muchacho trabajador con un afán de superación y una inocencia casi cómica; os sentiréis identificadas con Olanna, culta, independiente y con la necesidad de complacer a todos cuantos la rodean, incluso llegareis a admirar la pasión y determinación con la que Onedigbo defiende sus ideas revolucionarias. Richard os inspirará lástima, tan blanco y tan inglés que se pasa media novela como Hamlet, corroído por la duda y la inseguridad, tratando de buscar su verdadera identidad, mientras que Kainene, áspera y segura, hace tiempo que asumió la suya: la gemela mala; porque Adichie es tan buena dibujando la personalidad de cada uno de ellos que el lector tiene la sensación de oírles hablar, de modo que al finalizar la novela os iríais a tomar unas cañas incluso con ese personaje que al principio os caía un poco gordo. La clave está en la empatía y la sensibilidad con la que los trata, sin despojarlos de su humanidad ni siquiera cuando se ven zarandeados y destrozados por las circunstancias. 

La autora divide la historia en cuatro capítulos. El primero y el tercero se desarrollan a principios de los años sesenta, mientras que el segundo y el cuarto tienen lugar a finales de la década, en pleno conflicto bélico. Ésta estructura no sólo ayuda a contextualizar las circunstancias históricas que dieron lugar a la guerra de Biafra, sino que favorece a la creación y crecimiento de los protagonistas, a los que el lector tiene la oportunidad de observar en su estado natural, comportándose, sintiendo y viviendo el día a día de una rutina pacífica, antes de verse sorprendidos por la guerra.  En este sentido, destacaría la capacidad de Chimamanda para transmitirnos la crudeza de los enfrentamientos, sin suavizar situaciones y a veces pintando imágenes realmente duras, pero nunca recreándose en el morbo o la violencia gratuita. La autora se muestra valiente y crítica a la hora de exponer y analizar el sufrimiento de la población civil, que procede no sólo del hostigamiento y las bombas de las tropas enemigas, sino también de la manipulación e irresponsabilidad de su propio gobierno, haciendo creer a los biafreños que ganarían una guerra perdida de antemano. No trata de esconder el embrutecimiento y constantes abusos de los soldados que debían proteger a su pueblo, aquellos que lucían en su uniforme el medio sol amarillo, el mismo que aparecía en la bandera de Biafra y que da título al libro.

Creo que ante el entusiasmo mostrado desde el principio de la entrada no os quedará ninguna duda de a quien recomendaría esta novela: a todos los lectores, especialmente a aquellos que necesiten un empujoncillo para mirar más allá de su propio entorno. Todos, de vez en cuando, deberíamos echar un vistazo más allá de nuestras fronteras para darnos cuenta de que el talento, afortunadamente, existe a lo largo del vasto mundo. 

Me gustaría hacer una reflexión que nada tiene que ver con la literatura pero que es inevitable cuando tienes en tus manos un libro de una autora africana. En un primer momento me pareció increíble que una pareja nigeriana de los años sesenta tuviera un modo de vida tan similar al mío. Olanna y Onedigbo tienen estudios universitarios, viven en una casa llena de comodidades, montan fiestas con sus amigos y, antes de la guerra, su actitud es despreocupada, tienen problemas parecidos a míos. Acto seguido no pude evitar sonrojarme moralmente al darme cuenta de que mi admiración procedía de la visión sesgada y casi siempre negativa que en el mundo occidental tenemos del continente africano. Pero claro, qué voy a saber yo, si crecí viendo en la tele imágenes de guerra y miseria que servían para que, una vez al año, cuando nos repartían en el cole un sobre azul y blanco de “Manos Unidas” destinado a la recaudación de fondos para los niños de África (así, en general, como si fuera un único país, y no un enorme continente mucho más grande que Europa), nos acordásemos del bombardeo mediático para que el sobre fuera repleto de monedas. Una vez cerrado el sobre no volvía a acordarme de África, al fin y al cabo sólo era una niña. De mayor tampoco pienso mucho en el tema, excepto cuando, por unos pocos segundos, aparece en las noticias otra matanza o la figura de un niño con la tripa como un balón, y ni me molesto en mirar en el mapa dónde vive ese niño o en leer un poco sobre cómo ha llegado a esa situación. Tengo una ligera noción de la historia reciente de Sudáfrica, Mandela y el apartheid, gracias las muchas pelis que se han hecho sobre el tema, sé que el Congo antes se llamaba Zaire porque mi prima tuvo la ocurrencia de bautizar así a su perro, mi visión sobre el genocidio de Ruanda procede de otra película que me conmocionó y como mucho sé algo de los animales que pueblan el Serengueti gracias a los documentales de La2 (por fin, un conocimiento que no tiene que ver con guerras y catástrofes). Podría seguir pero iba a resultar extremadamente vergonzoso a la par que aburrido. 

Terminaré  esta entrada con una anécdota absolutamente real. Hace más de veinte años, contando yo quince entrañables primaveras, para mejorar mi inglés pasé unas semanas con la familia de un pastor protestante en Bedford, al sur de Inglaterra. Tengo un gran recuerdo de ellos, eran extremadamente amables y simpáticos y sentían mucha curiosidad por todo cuanto pudiera contarles de España. Cuando volví a mi casa, entre escandalizada y divertida, le conté a mi familia algunas de las conversaciones que tuve durante mi estancia en aquella casa. En ellas, siete británicos, dos adultos y cinco niños, me sometían a largos interrogatorios que yo no podía entender: ¿teníamos televisión en mi casa? ¿y aparato de vídeo? ¿la gente en España sabe conducir? Se mostraron absolutamente fascinados y algo decepcionados con cada una de mis respuestas: en mi casa había tres teles, dos vídeos y hasta un ordenador y una video consola; la gente es España no sólo sabía conducir sino que incluso algunas familias tenían más de un coche… ¿pero qué diablos les enseñaban en el colegio a los británicos sobre España? LA respuesta vino en forma de libro de texto que un día me enseñó orgulloso el hijo mayor de la familia, que tenía mi misma edad; en su libro los adolescentes de Bedford aprendían español traduciendo frases como ésta: “Cuando vaya a Madrid compraré una peineta y visitaré el Museo del Prado”, “Paco va a la plaza por las mañanas montado en su burro”.

Cada uno que haga sus conclusiones…

Gracias Chimamanda. Por tu maravillosa forma de escribir y de contar historias. Ni te imaginas cuánto estoy aprendiendo contigo.



A modo de postdata os dejo una breve conferencia de la autora que merece mucho la pena, en ella habla de los peligros de los que ella define como “La historia única"