jueves, 19 de marzo de 2020

Devuélveme la Luna

Este mes os traigo dos entradas al precio de una. Es lo que tienen las vacaciones, son maravillosas para leer, escribir y ponerte al día de un montón de cosas. Ración doble de Criska.

Empieza a ser una costumbre comenzar mis entradas con pequeñas confesiones. Ahí va una: reconozco haber hecho trampa, no he comentado todos los libros que he leído. Faltan un par de ellos porque me parecieron tan flojos, o directamente malos, que apliqué la bondadosa reflexión según la cual si no hay nada bueno que decir, mejor no decir nada. Parafraseando a mi querida amiga Patri: “si no hay mata no hay patata”. También estuve tentada de no compartir mi opinión sobre “Devuélveme la Luna”, pero por motivos completamente opuestos. La raíz de mi reticencia se debe a que conozco personalmente a su autora, Elena Moreno, y no sólo eso, sino que fue ella la que me inoculó con eficacia certera este gusanillo de la escritura. Pero si ello sirve para que muchos de vosotros os acerquéis a los libros de Elena, bienvenida sea.

Autor: Elena Moreno Scheredre
Título: Devuélveme la Luna
Editorial: La esfera, 2018
Páginas: 296

Sinopsis:

Mientras espera la visita de su hijo, Miranda recibe un email procedente de un abogado barcelonés, que le comunica que obra en su poder un paquete remitido por el escritor escocés William Urquhart con el encargo de serle entregado en mano. Han pasado cinco años y sus intentos por olvidarlo parecen consolidarse. Cambió su tierra, la costa de Vizcaya, por el campo salmantino; la tutela de sus hijos por la compañía de Zuri, su perra labradora, pero ahora él vuelve para cobrar vida en la pantalla de su ordenador, amenazando con socavar la paz del hotel rural El Cielo Azul del que es propietaria.

Sin pensarlo demasiado responderá al abogado: «… Aunque resulte tentador abrir ese paquete misterioso del que me habla, no lo haré…». Ella no puede imaginar que su negativa traspasará las puertas de una intimidad que no está dispuesta a volver a entregar.

Reflexiones y disertaciones personales de Criska World sobre “Devuélveme la Luna”


Elena colabora con “El correo” publicando cada viernes una columna de opinión, y entre párrafo y párrafo, saca tiempo para enseñar el complicado arte de tejer y contar historias. Orgullosa getxotarra suele convertir el mar de su querida Algorta en escenario literario porque, como ella misma confiesa a sus alumnos, tiende a apoyarse en los lugares que ocupan un lugar especial en su corazón. Así ocurre en “Devuélveme la Luna”, su tercera novela, donde la acción triangula entre la costa de Vizcaya, la dehesa salmantina y una Barcelona cuya belleza agoniza bajo las hordas de turistas. Uno de los motivos de atracción de sus novelas es precisamente éste, la proximidad. Pero no sólo se trata de unas localizaciones que el lector reconoce y puede hacer suyas, sino también de los personajes. Los protagonistas son cercanos, su aspecto es la de tu vecina del quinto o el hombre al que ves cada día en el autobús absorbido por un libro. 

La vecina del quinto y el hombre del autobús están encarnados por Miranda y Alejandro, dos veteranos supervivientes que no son ajenos a la derrota. A pesar de todo, siguen adelante; al fin y al cabo de eso va la vida, de vivir, de continuar el camino e ir poniendo tiritas en las viejas heridas, de no hacerlas mucho caso cuando escuecen. Miranda lo hace pertrechada en su sólida torre de marfil, un curioso hotel rural que comparte con toros bravos. Su tranquila y predecible rutina se ve resquebrajada cuando Alejandro, un completo desconocido, contacta con ella para entregarle un paquete.

El antagonista de la historia no tiene dimensión humana, es tan sólo un recuerdo, un fantasma que  a quien, como si fuera un lord Voldermort innombrable, Miranda se refiere como una enfermedad. Es “su mal de William”, al que no está dispuesta a abrir el más mínimo resquicio de su muralla. Email va email viene, la vecina del quinto y el elegante hombre del bus se van complicando la vida sin pretenderlo, todo gracias o, a pesar de, el fantasma que les une.

La novela pretende rescatar un género antiguo como es el epistolar, popular en otros tiempos de aspecto victoriano. Para no incurrir en anacronismos la tinta, la pluma y el papel han sido necesariamente sustituida por una pantalla. Creo que el formato es acertado para el fin de la historia. Escribir una carta, tenga el formato que tenga, es un acto íntimo de entrega y reflexión en el que se desgrana cada pensamiento en forma de palabra. A veces el pixel o el papel nos dan una sensación de protección que nos permite verter intimidades que, de estar frente a los ojos del destinatario, no seríamos capaces confesar. Quizás haya lectores a los que disuada un final evidente en las primeras páginas, pero en este cuento no es el desenlace lo importante, sino cómo los personajes llegan hasta él.

Ya habréis imaginado que una historia tan intimista no puede ser contada al modo de exitosos bets sellers, en los que toda la trama se precipita como en un guión cinematográfico y en los que, a veces, tanta acción no deja hueco para respirar. El estilo que exhibe la autora, por el contrario, es una prosa en la que no da puntada sin hilo, de esas que, una vez le coges la sonoridad, podrías reconocer en otros escritos. Así es en sus dos novelas anteriores, “El salón de la embajada italiana” y “Dondequiera que estés”.

Las historias de Elena Moreno, para algunos, pueden ser la taza de chocolate a la que te agarras un día de lluvia. No te cambian la vida, pero pueden hacen mucho más llevadero el día que has tenido bronca con el jefe o que te toca la moral ver tanta estupidez derramada es pos de la campaña electoral. Por eso, los lectores a los que recomendaría este libro son todos aquellos que, por unos instantes, deseen reconciliarse con el género humano a través de una historia sencilla, sin dobleces ni efectos especiales (aquí no explotan coches ni hay artes marciales). Les gustará sin duda a a los soñadores, esos que fantasean y se encuentran a menudo observando a un completo desconocido  tratando de adivinar su historia. Incluso se lo prestaría a las mujeres adictas a la novela rosa, y algún que otro caballero, que también los hay, para que cambien de tercio y vean cómo es posible hablar de sentimientos sin caer en empalagamientos, situaciones manidas u sin entrar en el terreno de lo que yo llamo "pornografía sentimental". Quizás penséis que lo digo por complacencia o peloteo, pero creerme, alguien con el mucho el oficio de la autora, sabría sacarle punta hasta al acto de bajar a por el pan o echar cada martes la quiniela y contarlo de una manera bonita. Los costumbristas, también estáis de enhorabuena.

No se lo recomendaría a los consumidores unidireccionales de ciencia ficción, género fantástico, amantes de Ian Fleming y su James Bond o los que esperan encontrarse en una novela acción trepidante y giros imposibles de sorprendente final. 

domingo, 21 de abril de 2019

El Don

El título del que hablaré en esta ocasión es uno de esos extraños casos en los que el azar quiere que sea el libro el que escoja al lector, y no al contrario, como suele ser habitual.  Alguien a quien aprecio necesitaba hacer sitio en su biblioteca y con una generosidad que no llego a comprender - soy ruin y avara con mis libros, los atesoro como el taimado Golum - ofreció despreocupadamente a varias personas algunos de sus volúmenes sobrantes. Entre los excedentes, un par de libros los había leído y otro par fueron escogidos por manos más rápidas. Y me tocó el chino. Así, como suena, aunque quede feo decirlo. La verdad es que me hizo ilusión, puesto que nunca, hasta este momento, había leído nada de ningún autor del país del sol naciente. 

Mai Jia era un completo desconocido para mí. Sin embargo, al investigar brevemente su trayectoria averigüé que ni él ni su libro son nuevos en el mundillo literario. “El don”, su ópera prima, se publicó en el 2002. Tuvo un alumbramiento difícil, a su autor le costó once años que naciera y, tras conseguirlo, el orgulloso padre tuvo que peregrinar por toda China coleccionando decenas de rechazos editoriales para su retoño. Pero este cuento tiene final feliz y moraleja: todo esfuerzo tiene su recompensa y cuando por  fin “El don” vio la luz, fue un bombazo en su país. Millones de lectores se engancharon a su historia y a la cola de China vino occidente. En la actualidad la crítica presenta a Mai Jia como uno de los autores chinos más talentosos y afamados. 


Autor: Mai Jia; traducción de Claudia Conde
Título: El don
Editorial: Destino, Ed. 2014
Pag: 480


Sinopsis:

«Si se para a pensarlo ―continuó el director―, un genio matemático, alguien que desde la infancia había estado en contacto íntimo con la interpretación de los sueños, un hombre que había estudiado la filosofía china y el pensamiento occidental, y que había explorado las complejidades de la mente humana, era alguien que tenía un don y había nacido para ser criptógrafo.» Rong Jinzhen es un chico fuera de lo común: educado por un extranjero en la China de los años veinte, vive una infancia solitaria, sumergido en su propio mundo. Pero pronto desarrolla un don que lo hace extraordinario. Rong puede ver lo que nadie más ve, sus conocimientos van más allá de lo que una persona corriente puede entender… 

Meditaciones y disertaciones de Criska sobre “El don”

Desde el principio “El don” se presentó como un misterio. Al preguntarle a su antigua dueña si le había gustado, se encogió de hombros y me contestó que fue un regalo y ni siquiera se lo había leído. No es comienzo muy prometedor, lo sé, pero esa circunstancia, lejos de desanimarme, alentó  mi curiosidad. Empecé a leerlo en caliente, sentada en el metro y en total ataraxia (no sabéis las ganas que tenía de meter esta palabreja que he aprendido de una de mis alumnas). El principio me pareció prometedor. En unas treinta páginas, media hora de metro a la sazón, Mai Jia había sido capaz de desplegar una genealogía familiar al más puro estilo de García Márquez en “Cien Años de Soledad”.  Sin embargo, la incógnita de “El don” no hizo más que acrecentarse a medida que pasaba sus páginas, pues si hay algo que rodee y describa la historia es precisamente el enigma. Enigmático y extraño es su protagonista, Rhong Jinzhen, del que haré unas reflexiones a continuación, como insondables son para mí su genialidad y, sobre todo, las disciplinas en las que se zambulle: las matemáticas y la criptografía.

Rhong Jinzhen, al igual que el libro que protagoniza, vino al mundo entre dificultades. A las complicadas circunstancias familiares, ya de por sí motivo de rechazo en la sociedad china de los años treinta, se une su extraño comportamiento; es, sin usar eufemismos ni paños calientes, un bicho raro que repele a casi todos los que le rodean. En este sentido, Mai Jia parece adelantarse a la actual tendencia de crear protagonistas diferentes, raros, y estirar sus rasgos distintivos hasta el extremo: el Doctor House o el delirante Sheldon Cooper de Big Bag Theory son buena muestra de ello. Lo diferente vende. Los productores de televisión creen haber encontrado la gallina de los huevos de oro, pero ellos no inventaron ésta fórmula. Mucho antes, por poner un ejemplo de los muchos de que hay en la literatura, Sir Arthur Conan Doyle nos regaló al díscolo Sherlock Holmes, abanderado de la rareza y la excentricidad, un personaje absolutamente brillante que más de un siglo después de su creación sigue inspirando series y películas. La diferencia entre Rhong Jinzen y sus compañeros de ficción es que, mientras el lector o el espectador desarrolla simpatía hacia los primeros, por irritantes, mordaces o hirientes que se muestren, en el caso del segundo es prácticamente imposible que eso suceda. 

El miembro más joven de la saga Rhong posee una rareza inquietante, deshumanizada. No me refiero a la deshumanización que otorga la vileza o la maldad, sino a una la falta de calidez y de impulsos vitales que lo asemejan más a una máquina que a un hombre de carne y hueso. He aquí la cuestión y, desde mi punto de vista la reflexión más interesante de su autor: ¿de qué sirven la inteligencia y la genialidad si su torpeza en los aspectos más básicos y cotidianos de la vida le impiden relacionarte de una manera sana y normal con el resto de su entorno? ¿Debe de ser el conocimiento meramente instrumental? Me parece una pregunta pertinente para una historia cómo esta, donde se nos presenta a un genio a la altura de Albert Einstein o Setephen Hawking, responsable de unos logros inimaginables en su campo y, sin embargo, con una inteligencia emocional nula. Un hombre capaz de hacer cálculos y desenmarañar códigos que se creían indescifrables para la mente humana,  no sabe manejar sentimientos como el amor, la frustración o el fracaso. Por eso Rhong Jinzen, en el fondo, es un ser frágil que corre el riesgo de romperse. Lo que plantea otra duda razonable ¿la genialidad y la locura son dos caras de la misma moneda? 

El extraño Jinzen está arropado por un elenco de personajes que, necesariamente, se mueven en el ámbito de la excelencia científica: sabios en matemáticas e integrantes de secciones gubernamentales super secretas. Algunos de ellos participan en la novela a través de entrevistas, en calidad de testigos, otorgando un formato poco convencional para una novela.  Mai Jia inventa un narrador para cohesionar la trama, un periodista que trata de reconstruir la biografía de Rhong Jinzen, héroe nacional con el que el país está en deuda y cuyos logros permanecen en el olvido a causa de la naturaleza secreta de su trabajo; de ahí que se intercalen pasajes novelados con entrevistas “transcritas literalmente”. Al incluir un narrador de éste tipo el autor consigue  crear cierto suspense, va dejando miguitas de pan que retrasan el desarrollo de la historia con un recurso al más puro estilo de los cuentos tradicionales, con elegantes “luego os contaré…”. De hecho, en su país el libro fue considerado un thriller de suspense psicológico, algo con lo que estoy en absoluto desacuerdo. Será que los críticos chinos no han leído a James Elroy o a la plétora de escritores nórdicos, reyes y reinas todos ellos de la novela negra, por no hablar de mi amado Pierre Lemaitre y su trilogía del comandante Camille Verhoven. Eso es suspense, señores críticos literarios chinos, thriller y novela más negra que la cabeza de un grillo, de esa que te encoje el alma y las uñas. Con “El Don”, a lo sumo, sientes un pellizquito benévolo de blanca curiosidad.

Dicho esto, aunque no se trata en absoluto de una mala novela pasará por mi vida sin pena ni gloria y, de no ser por este diario de libros, sé que en mi memoria la historia y la vida de Rhong Jinzen “cómo lágrimas en la lluvia” se irían al más puro estilo Blade Runer. Pero el mero hecho de que éste libro no haya entusiasmado a una servidora, no quiere decir que no sea una buena lectura para amantes de las matemáticas y los enigmas, enamorados de los personajes poco convencionales o para aquellos que se quieran acercar a la literatura contemporánea China. Absténgase los fans de la literatura negra  como el carbón, a pesar de lo que diga la crítica, creo sufrirían una amarga decepción.

domingo, 10 de marzo de 2019

Las tres bodas de Manolita

Voy a empezar esta entrada confesándome. Si no fuera por mi amiga Nora seguiría diciendo que a mí, Almudena Grandes, ni fú ni fá, a pesar de ser una de las autoras más leídas de nuestro país. Por eso le dedico la entrada de este mes a ellas, a Nora y a Almudena, la primera por recordarme que todo el mundo merece una segunda oportunidad y la segunda por redimirse con méritos propios. 

Y sin más dilación, entro en faena con mis disertaciones: 

Autora: Almudena Grandes (1960 - )
Título: Las tres bodas de Manolita
Editorial: Tusquets, 2014
Páginas: 768

Resumen:

En los buenos tiempos, las chicas se casan por amor. En los malos, no siempre pueden elegir. En el Madrid recién salido de la guerra civil, sobrevivir es un duro oficio cotidiano. Especialmente para Manolita, una joven de dieciocho años que, con su padre y su madrastra encarcelados, y su hermano Antonio escondido en un tablao flamenco, tiene que hacerse cargo de su hermana Isabel y de otros tres más pequeños. A Antonio se le ocurrirá una manera desesperada de prolongar la resistencia en los años más terribles de la represión: utilizar unas multicopistas que nadie sabe poner en marcha para imprimir propaganda clandestina. Y querrá que sea su hermana Manolita, la señorita «Conmigo No Contéis», quien visite a un preso que puede darles la clave de su funcionamiento. Manolita no sabe que ese muchacho tímido y sin aparente atractivo va a ser en realidad un hombre determinante en su vida. Pero antes deberá descubrir quién es el delator que merodea por el barrio.

Reflexiones y disertaciones personales de Criska World sobre Las tres bodas de Manolita


Antes de meterme en harina me gustaría dejar una nota a los lectores. Estando como están las aguas en nuestro país, con las susceptibilidades a flor de piel y el espectáculo circense del fantasma de Franco paseándose del Valle de los Caídos a la Almudena, por no hablar de la panda de cachondos que tuvo la idea de recoger firmas para llevarlo a la Sagrada Familia de Barcelona, resulta complicado abordar el comentario de una novela sobre la guerra civil. Por eso quiero que no quede duda de que este es, ante todo y sobre todo, un blog de libros y yo una simple aficionada a la lectura. No es mi intención hacer verter ningún tipo de opinión política en este blog. 


¿Cómo puede no gustarte Almudena Grandes?, me interpeló con pasión mi amiga. Intenté justificarme explicando por qué me mostraba reticente en cuanto a su autora favorita. Le conté que uno de sus libros más conocidos "Malena no es un nombre de Tango", me pareció tan soporífero que no fuí capaz de terminarlo (y estoy hablando de una época en la que, con la pedante tenacidad de mi juventud, me obligaba a concluir todo libro que empezase, allá fuese la Crítica de la razón pura de Kant). ¿No te has leído El corazón helado?¿Y las edades de Lulú, su primera novela?, continuó incrédula. Me di cuenta de que había leído ambas; "Las edades de Lulú", en el instituto, a escondidas, como todas mis amigas de entonces (supongo que en aquellos años era el equivalente de las "50 sombras de Grey", pero sin ser basura). Mi primer jefe fue quien me prestó "El corazón helado", y a pesar de que han pasado muchos años, recuerdo cómo el libro no sólo me gustó, sino que disfruté leyéndolo. Sin embargo, no se me había ocurrido relacionar ambos títulos con la autora de Malena. A esas alturas de la conversación, Nora ya me había hecho pensar que, igual, la Grandes no era tan terrible. Pero para burra yo. Así que expuse el siguiente motivo de mi resistencia: la temática omnipresente en muchas de sus obras, la guerra civil española, no suele ser santo de mi devoción. Creo que la literatura y el cine español están saturados con el tema y por hastío, no suelo interesarme en novelas que lo traten.

Poco después de aquella conversación me sorprendí comprando "Los besos en el pan", y gracias a ello, no siendo su mejor obra, a mis ojos apareció otra Almudena Grandes. Así que continué con "Inés y la alegría" para asegurarme de que mi nueva percepción no era un espejismo, a pesar tener un argumento de los que no suelo elegir. Tuve que darle la razón a mi amiga. Me gustó. Mucho. Y, como Forrest Gump, ya no paré de correr hacia Almudena. Le siguieron "El lector de Julio Verne" y, como no hay dos sin tres, terminé sucumbiendo a las "Tres bodas de Manolita". Tenía que hacerlo porque, como otros miles de lectores, me he enganchado a su serie Episodios de una Guerra Interminable. Este ambicioso proyecto comenzó en el 2010 y pretende estar formado por seis novelas centradas en  la posguerra. El último título publicado de la serie, para los interesados, está en las librerías desde el año pasado y lleva por título "Los pacientes del Doctor García".

 "Las tres bodas de Manolita" es una historia coral sobre los años más duros de la inmediata posguerra. En un Madrid pobre y desolado, se despliega un tapiz de vidas y destinos que, de no ser por el conflicto, difícilmente habrían llegado a cruzarse. Algunas de estas vidas son reales, otras imaginarias, pues como en sus anteriores novelas Almudena Grandes juega con los hilos de la ficción y la realidad. Los hechos históricos en los que se apoya para desarrollar la trama, son el envío de dos multicopistas desde el partido comunista en la clandestinidad de Bilbao a sus compañeros madrileños. Así lo explica en el primer capítulo, que a modo de ensayo novelado, introduce al lector en el contexto histórico, informándole, de paso, de que algunos de sus protagonistas son absolutamente reales. Éste es el caso de Roberto Conesa Escudero, un oscuro personaje que forma parte de lo peor de nuestra historia reciente, perteneciente a la temida Brigada político-social de la era franquista y responsable de multitud de detenciones durante el régimen del dictador. Conesa murió en 1994, por lo que personalmente me parece muy valiente, y complicado, atreverse a poner pensamiento a un hombre que murió antes de ayer y cuyo legado sigue andando por la calle (literalmente, pues se dice de este señor que fue el mentor del tristemente célebre "Billy el Niño"). Igual es una cosa rara mía, pero yo siempre he necesitado más tiempo y perspectiva para abordar un personaje. No obstante, en lo que a la ficción de la novela se refiere, el malo cumple con creces su función. Es absolutamente abyecto.

En esta historia los héroes no son convencionales. Su marginalidad y sus distintas relaciones con Manolita les unen, a pesar de sus diferencias. Un homosexual cuyo amor no es correspondido, una bailarina indómita de flamenco convertida en miliciana y hasta un aristócrata anarquista que monta en su palacete una insólita comuna, son algunos de los muchos personajes que desfilan por la novela ante la mirada de su protagonista. Manolita a veces les cede espacio a sus compañeros de reparto, puesto que Almudena Grandes también dedica algunos capítulos a desentrañar sus historias personales y, de paso, deja respirar entre un capítulo y otro a la pobre muchacha, asediada por la fatalidad.

"Dios aprieta y además, ahoga". Es la frase que la vida le ha enseñado a Paco "La Palmera", y que define a la perfección la sucesión de desdichas a las que son sometidos los protagonistas, porque aquí sufre hasta el apuntador. En mi opinión, ésta es la parte más emocionante de la novela, no la del sufrimiento, sino la red de solidaridad que se teje entre completos desconocidos cuando se ven sometidos a una situación extrema. El hambre y la guerra sacan lo peor de las personas, pero también lo mejor, y el ser humano es capaz de encontrar amor y dignidad hasta entre los muros de una prisión, porque eso es lo que nos hace libres a pesar de las penurias. Especialmente conmovedora es la atención que la autora dedica a las mujeres que visitan a sus presos y establecen vínculos en la cola de la cárcel.

En cuanto al estilo de la Grandes no voy a decir nada que os sorprenda: se nota que es perra vieja y tiene muuuchas tablas. Su prosa está repleta de metáforas y relaciones imposibles de conceptos que en su pluma adquieren sentido pleno. Como en las canciones de Sabina. Y aunque la primera sea escritora y el segundo músico, emplean recursos similares a la hora de crear sus símbolos. Esa sucesión de imágenes se demora hasta lo imposible, con párrafos largos, sin puntos a la vista, pero que sin embargo, permiten al lector situarse en el centro del pensamiento de los personajes. Almudena Grandes escribe, y describe, sin seguir una línea recta, de modo que alguien con menos oficio conseguiría que el lector se perdiese entre el bosque de frases subordinadas insólitas.  

A pesar de haberme reconciliado con la autora, si tuviese que ponerle nota a su novela tendría serias dudas sobre si concederle un aprobado alto o un notable bajo, ya que me ha parecido la más floja de la serie. Cuesta un poco entrar en la historia, pero es cierto que, una vez que lo haces, las páginas vuelan solas.

La última de mis reflexiones puede ser extensiva a su serie Episodios de una guerra interminable, que ella misma clasifica dentro del género de novela histórica. Todo lo que narra, como ya se ha mencionado, está basado en la realidad; al final de cada libro explica cuál ha sido su bibliografía de referencia o incluso, a qué personas ha entrevistado. En “Las tres bodas de Manolita”, concretamente, el personaje de Isabel, hermana menor de Manolita, está basado en la vida de una mujer a quien la autora conoció en un acto de homenaje a la República. Porque sí, Almudena Grandes no esconde su tendencia política y proclama orgullosa que es republicana. Para escribir se apoya sus creencias y el corazón, algo que a priori no es malo, muy al contrario, el sentimiento subjetivo es uno de los principales instrumentos de la creación artística. Pero hablando de historia, las creencias, en mi humilde opinión, hacen que a veces simplifiquemos en exceso las cosas. Habiendo señalado el exceso de celo subjetivo de la autora, decir que probablemente contaría con la aquiescencia de uno de los grandes, don Miguel de Unamuno, quien al ser acusado de no ser objetivo en sus planteamientos, se defendió contestando que si era subjetivo se debía que él era un sujeto, siendo del todo imposible que fuera objetivo, no siendo ningún objeto.

¿Y a qué lectores les recomendaría yo este libro? A cualquiera que conozca y siga la trayectoria de Almudena Grandes, para no perderla de vista. A los aficionados a la novela histórica en general e incluso, a algunos aspirantes a escritores, para que tomen nota de los muchos y muy interesantes recursos literarios de su autora.







sábado, 19 de enero de 2019

Medio sol amarillo

Me hace especial ilusión dedicarle esta entrada a una de las autoras con las que más he disfrutado en los últimos meses y de la que me confieso admiradora incondicional. Si yo tuviera Instagram hasta la seguiría. Me refiero a la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, una talentosa escritora que espero nos deje muchas más novelas. De momento tiene cuatro, un par de obras de teatro, un libro de poesías y un brevísimo ensayo que está teniendo mucho éxito y difusión "Porqué todos deberíamos ser feministas". Medio sol amarillo es su segunda novela.


Autor: Chimamanda Ngozi Adichie (1977 - )
Título: Medio sol amarillo
Editorial: Literatura Random House, 2006
Pag. 544

Resumen:

Medio sol amarillo recrea un período de la historia contemporánea de África: la lucha de Biafra por conseguir una republica independiente de Nigeria, y la consecuente guerra civil que segó la vida de miles de personas. Con gran empatía y la naturalidad de una narradora comprometida, Chimamanda Ngozi Adichie recrea la vida de tres personajes atrapados en las turbulencias de la década: el joven Ugwu, empleado de la casa de un profesor universitario de ideas revolucionarias; Olanna, la hermosa mujer del profesor, que por amor ha abandonado su privilegiada vida en Lagos para residir en una polvorienta ciudad, y Richard, un joven y tímido inglés que está enamorado de la hermana de Olanna, una mujer misteriosa que renuncia a comprometerse con nadie. A medida que las tropas nigerianas avanzan, los protagonistas de esta historia deben defender sus creencias y reafirmar sus lealtades. Medio sol amarillo es una novela épica y magistral, que cuestiona el colonialismo, las alianzas étnicas y la responsabilidad moral de un conflicto apoyado por las potencias mundiales.

Reflexiones y disertaciones personales de Criska World sobre Medio sol amarillo

¿Alguna vez habéis visto por la tele, embobados, el patinaje sobre hielo? Siempre me asombra la levedad y la gracia de las patinadoras, que parecen flotar por la pista desposeídas de peso, desplazándose y girando al ritmo de la música. Sus movimientos son fluidos, naturales y aparentemente tan faltos de dificultad que por unos instantes caes en la trampa de pensar que tú también serías capaz de volar por el hielo. Hacen que algo extraordinariamente complicado parezca sencillo. Tuve esa misma sensación la primera vez que leí una novela de Chimamanda, donde las palabras parecen deslizarse sin dificultad por las páginas. Por eso me gusta tanto. Es una narradora eficaz, sincera, carente de afectación y hace que leer sus historias sea un placer sencillo, fácil. Y es que cuanto más leo y escribo más me convenzo a mí misma de que “menos es más”, que la literatura no tiene porqué ser un intrincado laberinto de retórica y complicadísimas metáforas en las que el lector se puede sentir perdido y abrumado. Una historia está tan bien escrita en la medida en la que cualquier lector, independientemente de su edad, formación o ámbito geográfico, sea capaz de sumergirse en ella, hacerla suya, comprenderla. ¿Acaso no va la narrativa de eso: de contar historias que conecten con la gente?

No se me escapa el hecho de que quizás, a algunos de vosotros, el resumen de Medio sol amarillo os ha podido “tirar pa’tras”. Yo misma, de no haber leído la novela “Americanah” y a raíz de ahí haber investigado un poco sobre la autora, hubiera pensado: ¿pero qué me recomienda esta loca? ¿una novela histórica sobre la guerra de Biafra, un país extinto que no sabría situar en el mapa? ¿pero qué voy a tener yo en común con un chaval de una aldea remota o con una mujer de Lagos? Pero creo que si os animáis y decidís asomaros a las vidas de los protagonistas, unas pocas páginas después le habréis cogido cariño a Uwgu, un muchacho trabajador con un afán de superación y una inocencia casi cómica; os sentiréis identificadas con Olanna, culta, independiente y con la necesidad de complacer a todos cuantos la rodean, incluso llegareis a admirar la pasión y determinación con la que Onedigbo defiende sus ideas revolucionarias. Richard os inspirará lástima, tan blanco y tan inglés que se pasa media novela como Hamlet, corroído por la duda y la inseguridad, tratando de buscar su verdadera identidad, mientras que Kainene, áspera y segura, hace tiempo que asumió la suya: la gemela mala; porque Adichie es tan buena dibujando la personalidad de cada uno de ellos que el lector tiene la sensación de oírles hablar, de modo que al finalizar la novela os iríais a tomar unas cañas incluso con ese personaje que al principio os caía un poco gordo. La clave está en la empatía y la sensibilidad con la que los trata, sin despojarlos de su humanidad ni siquiera cuando se ven zarandeados y destrozados por las circunstancias. 

La autora divide la historia en cuatro capítulos. El primero y el tercero se desarrollan a principios de los años sesenta, mientras que el segundo y el cuarto tienen lugar a finales de la década, en pleno conflicto bélico. Ésta estructura no sólo ayuda a contextualizar las circunstancias históricas que dieron lugar a la guerra de Biafra, sino que favorece a la creación y crecimiento de los protagonistas, a los que el lector tiene la oportunidad de observar en su estado natural, comportándose, sintiendo y viviendo el día a día de una rutina pacífica, antes de verse sorprendidos por la guerra.  En este sentido, destacaría la capacidad de Chimamanda para transmitirnos la crudeza de los enfrentamientos, sin suavizar situaciones y a veces pintando imágenes realmente duras, pero nunca recreándose en el morbo o la violencia gratuita. La autora se muestra valiente y crítica a la hora de exponer y analizar el sufrimiento de la población civil, que procede no sólo del hostigamiento y las bombas de las tropas enemigas, sino también de la manipulación e irresponsabilidad de su propio gobierno, haciendo creer a los biafreños que ganarían una guerra perdida de antemano. No trata de esconder el embrutecimiento y constantes abusos de los soldados que debían proteger a su pueblo, aquellos que lucían en su uniforme el medio sol amarillo, el mismo que aparecía en la bandera de Biafra y que da título al libro.

Creo que ante el entusiasmo mostrado desde el principio de la entrada no os quedará ninguna duda de a quien recomendaría esta novela: a todos los lectores, especialmente a aquellos que necesiten un empujoncillo para mirar más allá de su propio entorno. Todos, de vez en cuando, deberíamos echar un vistazo más allá de nuestras fronteras para darnos cuenta de que el talento, afortunadamente, existe a lo largo del vasto mundo. 

Me gustaría hacer una reflexión que nada tiene que ver con la literatura pero que es inevitable cuando tienes en tus manos un libro de una autora africana. En un primer momento me pareció increíble que una pareja nigeriana de los años sesenta tuviera un modo de vida tan similar al mío. Olanna y Onedigbo tienen estudios universitarios, viven en una casa llena de comodidades, montan fiestas con sus amigos y, antes de la guerra, su actitud es despreocupada, tienen problemas parecidos a míos. Acto seguido no pude evitar sonrojarme moralmente al darme cuenta de que mi admiración procedía de la visión sesgada y casi siempre negativa que en el mundo occidental tenemos del continente africano. Pero claro, qué voy a saber yo, si crecí viendo en la tele imágenes de guerra y miseria que servían para que, una vez al año, cuando nos repartían en el cole un sobre azul y blanco de “Manos Unidas” destinado a la recaudación de fondos para los niños de África (así, en general, como si fuera un único país, y no un enorme continente mucho más grande que Europa), nos acordásemos del bombardeo mediático para que el sobre fuera repleto de monedas. Una vez cerrado el sobre no volvía a acordarme de África, al fin y al cabo sólo era una niña. De mayor tampoco pienso mucho en el tema, excepto cuando, por unos pocos segundos, aparece en las noticias otra matanza o la figura de un niño con la tripa como un balón, y ni me molesto en mirar en el mapa dónde vive ese niño o en leer un poco sobre cómo ha llegado a esa situación. Tengo una ligera noción de la historia reciente de Sudáfrica, Mandela y el apartheid, gracias las muchas pelis que se han hecho sobre el tema, sé que el Congo antes se llamaba Zaire porque mi prima tuvo la ocurrencia de bautizar así a su perro, mi visión sobre el genocidio de Ruanda procede de otra película que me conmocionó y como mucho sé algo de los animales que pueblan el Serengueti gracias a los documentales de La2 (por fin, un conocimiento que no tiene que ver con guerras y catástrofes). Podría seguir pero iba a resultar extremadamente vergonzoso a la par que aburrido. 

Terminaré  esta entrada con una anécdota absolutamente real. Hace más de veinte años, contando yo quince entrañables primaveras, para mejorar mi inglés pasé unas semanas con la familia de un pastor protestante en Bedford, al sur de Inglaterra. Tengo un gran recuerdo de ellos, eran extremadamente amables y simpáticos y sentían mucha curiosidad por todo cuanto pudiera contarles de España. Cuando volví a mi casa, entre escandalizada y divertida, le conté a mi familia algunas de las conversaciones que tuve durante mi estancia en aquella casa. En ellas, siete británicos, dos adultos y cinco niños, me sometían a largos interrogatorios que yo no podía entender: ¿teníamos televisión en mi casa? ¿y aparato de vídeo? ¿la gente en España sabe conducir? Se mostraron absolutamente fascinados y algo decepcionados con cada una de mis respuestas: en mi casa había tres teles, dos vídeos y hasta un ordenador y una video consola; la gente es España no sólo sabía conducir sino que incluso algunas familias tenían más de un coche… ¿pero qué diablos les enseñaban en el colegio a los británicos sobre España? LA respuesta vino en forma de libro de texto que un día me enseñó orgulloso el hijo mayor de la familia, que tenía mi misma edad; en su libro los adolescentes de Bedford aprendían español traduciendo frases como ésta: “Cuando vaya a Madrid compraré una peineta y visitaré el Museo del Prado”, “Paco va a la plaza por las mañanas montado en su burro”.

Cada uno que haga sus conclusiones…

Gracias Chimamanda. Por tu maravillosa forma de escribir y de contar historias. Ni te imaginas cuánto estoy aprendiendo contigo.



A modo de postdata os dejo una breve conferencia de la autora que merece mucho la pena, en ella habla de los peligros de los que ella define como “La historia única"

miércoles, 26 de diciembre de 2018

X Premio Literario Bizkaidatz





Estimados lectores, aprovechando las festividades navideñas he decidido colgar esta entrada, pues todo mi afán es dar ideas a aquellos despistados que aún no tengan regalo de Reyes, o bien solucionar la papeleta para futuros cumpleaños, aniversarios y eventos varios en los que siempre está bien llegar con un detallito debajo del brazo que llene de gozo a vuestros seres queridos. Y qué mejor regalo que un libro, y no un libro cualquiera, sino uno con el que estaréis contribuyendo a la promoción de escritores noveles que dan sus primeros pasos en el mundo de la literatura. ¿Bonito verdad?

Por todos estos motivos os recomiendo el libro que ha editado la Diputación Foral de Bizkaia con motivo del certamen de escritura Bizkaidatz 2018, donde los aspirantes tienen que rematar una historia inconclusa salida de la pluma de dos autores consagrados. Este año los encargados de ponérselo difícil a los concursantes fueron, en la modalidad de castellano, la poeta Itzíar Mínguez, y en la de euskera Bernardo Atxaga. En esta entrada me referiré únicamente al premio en castellano por razones idiomáticas, ya que el euskera es una lengua que ni yo ni el grueso de mis lectores manejamos con fluidez, pero aún así, a todos aquellos orgullosos "euskaldunzaharras" o "euskaldunberris" (es decir, que hablen euskera de siempre, o de nuevas, aunque sea malamente y pegando patadas al diccionario, como es el caso de una servidora) les animo a que se sumerjan también en la lectura del relato de Atxaga, Istripua, y el de la ganadora del segundo premio, Kristina Gorosti, ya que el primer y el tercer premio se declararon desiertos en esta edición.

Los más observadores ya se habrán dado cuenta de que en la portada aparece mi nombre (me niego a caer en esa horterada de hablar en tercera persona para parecer, al menos en la opinión de algunos, más modesta). Si, queridos lectores, me complace comunicaros que este año he dado mi segundo pasito en este mundo de la escritura, porque el primero, obviamente, ha sido este blog. Vale... me habéis descubierto, en el fondo he hecho como Paco Umbral en ese programa de televisión y os he colado eso de "yo he venido aquí ha hablar de mi libro", pero qué queréis, soy escritora novel y como no me publicite yo...

Entre las páginas de esta, por el momento, primera edición (porque estoy convencida de que las legiones de amigos y familiares de los galardonados agotarán las existencias, como pasa con absolutamente todas las publicaciones oficiales, allá sea el mismísimo BOE) encontrareis la solución que Igor Goikoetxea, Idoia Beitia y yo misma, hemos planteado al reto que nos lanzó Itziar Mínguez partiendo de éstos ingredientes: una escapada de tres viejas amigas que se reencuentran, una protagonista con claustrofobia y una siniestra sala de escape de la que parece no haber salida... ¿trepidante, verdad? ¿Qué ocurrirá...? Para averiguarlo, estimados lectores, tendréis que haceros con uno de los ejemplares disponibles en la tienda de la biblioteca de la diputación y en Elkar, o bien poniéndoos en contacto conmigo.

Os puedo asegurar que todos los participantes hemos puesto mucho corazón en el relato, pero además, en lo que a mí respecta, espero sorprenderos, especialmente a lo amantes de la intriga y el género negro. Solo me queda finalizar agradeciendo las numerosas muestras de cariño y felicitaciones que he recibido, gracias por vuestro apoyo y por creer en mí. Laster arte eta eskerrik asko denoi.

viernes, 14 de diciembre de 2018

El primer hombre de Roma

Esta entrada se estaba haciendo de rogar, pero que queréis impacientes lectores, el degustar una novela de las dimensiones de "El primer hombre de Roma" no se puede hacer a la ligera ni mucho menos rápido. ¿Porqué? Ahhh... tendréis que quedaros leyendo para averiguarlo.


Titulo: El primer hombre de Roma
Editorial: Planeta
Pag: 820

Reseña:

Colleen McCullough nos traslada a los primeros siglos de la civilización occidental y traza un espléndido cuadro de la Roma Republicana. La historia se inicia en el 110 aC con dos grandes ambiciosos cuyo único y decidido objetivo es llegar a ser el primer hombre de Roma: Mario y Sila. Uno es plebeyo y de mediana edad, enardecido por la confianza en sus dotes y el enriquecimiento que ha logrado; el otro, un joven y apuesto aristócrata corrompido por la pobreza. Aquel un militar disciplinado y soberbio, y éste, un desvergonzado epicúreo. Mario se casa por interés para favorecer su carrera política, y Sila por amor. Ambos pugnan el este primer episodio por el poder y la gloria.

Reflexiones y disertaciones de CriskaWorld sobre El primer hombre de Roma

Antes de empezar cabría hacer una mención a la autora y su extensa obra, ya que el libro que nos ocupa es el primero de una serie más amplia titulada “Hombres de Roma”. La colección se compone, nada más y nada menos, por siete voluminosos ejemplares no aptos como lectura de viaje, ni si quiera en edición de bolsillo, si el lector no desea terminar con una dolorosa contractura muscular. El motivo de esta lesión es múltiple: por un lado es duro cargar con las más de ochocientas páginas que de media tiene cada libro, peso que aumenta considerablemente dado el abrumador conocimiento de la antigua Roma del que hace gala la autora; por otro, la trama se nos muestra tan absorbente que no podremos levantar el cuello hasta no tenerlo dolorido. No en vano Colleen McCullough es una de las más afamadas escritoras de novela histórica y en esta primera entrega de su espectacular saga demuestra porqué. 

Con esta serie se pretende dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿cuales fueron las causas que llevaron a Roma, orgullosa de sus siete siglos de sistema republicano y alérgica a todo lo que oliese a monarquía, a erigirse en un gran imperio? ¿Como llega una sociedad gobernada por hombres elegidos democráticamente - cónsules, senadores, tribunos de la plebe, censores... y un amplio etcétera que McCullough despliega como un mosaico con el que nos hacemos a la idea de la complejidad de la burocracia romana - a regir sus designios conforme a la única figura del emperador? En definitiva, ¿qué es lo que ocurrió para que la todopoderosa Roma entonase al unísono eso de: "Ave, César".

Las causas son ya visibles desde este primer episodio, donde el lector obtiene el retrato de una república cercana al colapso por la corrupción y el inmovilismo de las clases dirigentes. Roma estaba convencida de que su supervivencia sólo sería posible con la obstinada permanencia de sus tradiciones y cualquier atisbo de cambio era rechazado taxativamente; si eso significaba que las clases privilegiadas, los patricios, utilizasen su carrera política para enriquecerse a manos llenas, que así sea. A ello le añades el hostigamiento constante de los pueblos germanos y que para hacer frente a la amenaza se eligió a hombres que antepusieron su orgullo y su beneficio personal a la vida de miles de soldados romanos, que así sea, porque así se construyó Roma. Pero bien encaminados, lo que se dice bien encaminados... me da a mí que no iban.

Este es el trasfondo general que vemos a través de los ojos de sus dos protagonistas: Mario y Sila, personajes magníficamente bosquejados y tan diferentes entre sí que McCullough podría haber optado por convertirlos en antagonistas, sin embargo aquí las diferencias hacen que ambos funcionen como un tamdem de complementarios unidos por su ambición por llegar a lo más alto.

Junto a Cayo Mario y Sila aparece todo un elenco de personajes secundarios que no languidece ni lo más mínimo frente a la sombra de sus protagonistas. Todos y cada uno de los hombres y mujeres que aparecen en la novela cumplen de formas brillante su papel, todos tienen su cometido preciso en esta complicadísima trama de intrigas y corruptelas, ya sea arropando o intentando destruir a los héroes, cuando no sucumbiendo ellos mismos a manos de los protagonistas, si eso facilita su ascensión. Y es que en la antigua Roma nadie está libre de pecado y el fin siempre justificó los medios, así que el lector asistirá a todo tipo de manipulaciones, alianzas interesadas, sobornos, asesinatos... Con desolación he de decir que, a excepción del asesinato, encontramos situaciones sospechosamente parecidas en la actualidad que podríamos leer en cualquier periódico, de tal modo que, a mi juicio, lo que más impresiona de esta hitoria es la reflexión inevitable de que en dos mil años no hemos cambiado tanto. No en vano somos hijos de Roma y muchas de nuestras costumbres son heredadas y si no, no teneis más que mirar a vuestro alrededor para daros cuenta "ipso facto" (aqui os teneis q imaginar un par de emojis que guiñan).

Si bien el trasfondo de la novela es, como ya se ha mencionado, la desintegración de la república, durante toda la trama asistiremos al conflicto entre el afán reformista de Cayo Mario y el recalcitrante tradicionalismo de sus enemigos en el senado. Este tira y afloja por momentos tiene visos de "perro del hortelano", pues si bien asistimos a las constantes zancadillas que sufre Mario, sus enemigos no tienen más remedio que morderse la lengua y envenenarse con ella cuando se dan cuenta que el talento militar de su oponente es la única salvación de Roma.

Y hablando de talentos militares... he aquí donde personalmente creo que se encuentra el punto débil de la novela: McCullough quiere ser tan exhaustiva y rigurosa que nos cuenta con todo detalle las estrategias militares y campañas bélicas, todas ellas reales. Lo siento en el alma, pero mi falta de interés por la historia bélica hizo que algunos de estos pasajes se me hiciesen excesivamente tediosos. Tanta batalla, especialmente hacia el final de la novela, acabó poniendo la nota gris en una novela que por todo lo demás, me ha parecido estupenda. Entendedme, cuando ya te has ventilado seiscientos paginones ponerse puntillosa con que si fueron, avanzaron, retrocedieron, se pegaron un poquito y luego se replegaron... Terminas desconectando. Pero bueno, esto es una rareza mía, alguna carencia tenía que tener...  Por lo demás creo que es una novela histórica estupenda. Mencionar, en este punto, para quitar el mal sabor de boca de las "batallitas", lo bien que recrea la vida cotidiana de los romanos: sus costumbres, modo de vida, incluso gustos gastronómicos, toda una plétora de detalles que sin duda sorprenderán a los aficionados a la historia más exigentes.

Este afán documental llevó a incluir al final del libro un detallado glosario, ilustraciones y mapas realizados por la propia autora así como la explicación detallada de porqué optó mostrar algunos pasajes de una forma determinada. Echándole un ojo a tales glosarios y, sobre todo, a las explicaciones, McCullough nos demuestra que muchos de acontecimientos y situaciones que plantea van más allá del terreno de la ficción para convertirse en sólidas hipótesis históricas. El hecho de no incluir una bibliografía tiene que ver tanto con una cuestión práctica (no deseando añadir más peso con el que agravar las hipotéticas contracturas de sus lectores), como metodológica, pues no es uso o costumbre incluirlas en una novela. No obstante, por si hubiere algún incrédulo de que sus fuentes son poco fiables. como quien no quiere la cosa, así como quien te dice que a lo mejor luego se pasa por el súper a por dos kilos de naranjas, te hace mención a Plutarco y Cicerón, o a las memorias de uno de sus propios protagonistas: Sila. Y aquí, permitirme ser un poco soez, sí que terminas por orinarte.

Hemos llegado al final de esta entrada, por lo que sólo me falta emparejar al libro con su lector. En este caso, el público afortunado que recibiría mi recomendación sería amplio dada la gran aceptación de la novela histórica. Además, como seguro que todos sabréis, Roma está de moda gracias a mi admirado Santiago Posteguillo. Si a todos nos hablasen tan bien y con tanta pasión del pasado como saben hacerlo Colleen McCullough o el mencionado Posteguillo, a nadie en su sano juicio se le ocurriría decir  que la Historia es aburrida.

viernes, 26 de octubre de 2018

El maestro del Prado

El libro que comentaré esta semana me tiene francamente descolocada y hasta que desgrane por completo el hilo de mis reflexiones no sabré muy bien cual es el veredicto. El motivo de mis reticencias es profesional, faltando en cierto modo a mi promesa de no ser una sesuda marisabidilla de los arcanos literarios, pero como expliqué en mi primera entrada, si bien tengo un 50% de bibliotecaria, la otra mitad de mi persona se esfuerza por ser una buena historiadora del arte. Soy un raro caso de pluriempleo y por suerte o por desgracia practico ambas profesiones. Pero, me dejo de excusas y paso a colgar la reseña y el resumen "oficial" del "Maestro del Prado" para que entendáis mi mar de dudas:

Autor: Javier Sierra (1971 - )
Título: El maestro del Prado
Editorial: Planeta, 2013
Páginas: 336

Reseña:

Al más puro estilo de los relatos de enigmas de Javier Sierra. El maestro del Prado presenta un apasionante recorrido por las historias más desconocidas y secretas de una de las pinacotecas más importantes del mundo, el Museo del Prado. Una historia fascinante de cómo un aprendiz de escritor aprendió a mirar cuadros y a entender unos mensajes ocultos que difieren de la ortodoxia de la Iglesia católica, una institución que en el Renacimiento era visto más como opresores que como espiritual. Una nueva obra que entusiasmará a los miles de seguidores de Javier Sierra.

Las reflexiones y disertaciones de Criska World sobre el Maestro del Prado



Tengo que confesar que con mucha más frecuencia de la que me gustaría, cuando entro en una librería me abalanzo sobre las ediciones de bolsillo expuestas obscenamente para seducir a las economías más precarias. Fui débil y lo primero que ví fue ese triste 9,99 euros, seguido de atractivas pistas cómo: Museo del Prado, Javier Sierra - cuya trayectoria desconocía a excepción de haber sido galardonado con el Premio Planeta del 2017, circunstancia, a priori, atractiva - y tres páginas con grandilocuentes frases de medios de comunicación sobre la novela , en algunas de las cuales se llega a tachar al autor de erudito del arte. Entre todas estas alabanzas, la que me convenció para adoptar este libro y no otro fue la que sigue: "Un libro que puede cambiar para siempre la percepción del arte del Renacimiento y que, sin duda, se convertirá en referente indispensable para todos aquellos visitantes del Prado que quieren ver más allá de las pinturas", Diario de Pontevedra. Vale que el Diario de Pontevedra no es el New York Times, pero el reclamo fue eficaz y consiguió engancharme. No me molesté ni en mirar la breve reseña.

Nada más llegar a casa me sumergí presurosa en lo que prometía ser una lectura edificante. Lo primero que me sorprendió fue encontrar una historia a modo de diario autobiográfico, narranda, por tanto, en primera persona; de hecho, los acontecimientos "tuvieron lugar" siendo el autor un jovencísimo estudiante de periodismo pero, por motivos que desvela al final, prefirió guardárselos durante casi treinta años. El tejido es simple pero eficaz: deambulando por el Prado al por entonces inocente e inexperto Javier se le aparece un misterioso hombre, el "maestro", quien encuentro tras encuentro va lanzando intrigantes miguitas de pan de manera que, sin darse cuenta, el protagonista termina involucrado en un asunto con tintes sobrenaturales. A lo largo de la trama, o mejor dicho, como parte de ella, Javier Sierra expone los entresijos e intimidades de grandes obras de arte que pueblan el museo, dejando al desnudo todos los supuestos secretos que impulsaron a los grandes maestros en su creación. Y ahí, es cuando la historiadora del arte que llevo dentro empieza a incomodarse. Cuando el misterioso maestro del Prado y su padawan (= alumno, para los no frikis) se sumergen en la investigación de su primera obra - una Sagrada Familia conocida como "La Perla", de Rafael (Sanzio, no la tortuga ninja) - empecé a darme cuenta de qué pie cojea Javier Sierra. Me lancé ipso facto a buscar algo de información sobre él y lo que encontré lo aclaraba todo: el autor ha participado en medios como "Más Allá de la ciencia", fundó la revista "Año Cero" y colabora puntualmente con Iker Jiménez. 

Mencionada muy someramente la trayectoria de Sierra, voy a imaginarme una hipotética conversación con él:

"Mira, Javier Sierra - permite que te tuteé, ya que así lo he hecho con Zadie Smith y Neil Gaimen - te reconozco dos cosas: la primera, una extraordinaria facilidad para contar historias. Escribes muy ameno, de una manera sencilla y cercana, algo que siempre he apreciado, no dejas cabos sueltos y por eso lograrás sumergir a casi cualquiera en la trama. Lo segundo es lo extraordinariamente bien documentado que estás, los amantes de las notas, índices y pies de página se lo van a pasar pirata revisando las últimas páginas y ya quisieran algunos ensayistas estar tan bien preparados cómo tú en tu novela. Pero... aún teniendo muy presente que tu libro es eso, una novela, género literario que se caracteriza por ser una ficción, incluso cuando se basa en hechos reales; aún teniendo esa perspectiva, repito, tenemos un problema de base: tú eres Mulder y yo Scally". 

"No me malinterpretes, yo creo firmemente en las hadas, las meigas y en Harry Potter (y lo digo sin acritud), pero las teorías de la conspiración sacan a relucir la escéptica que hay en mí, y más las manejadas con respecto a la Historia del Arte. Desde mi punto de vista, a pesar del maremagnum documental que aportas, creo que las personas como tú, interesadas en el lado oculto de las cosas, necesitáis siempre ir más allá de las apariencias, porque sino os aburrís, perdéis el interés. Eso no es necesariamente malo, puesto que, de no ser así, el señor Schliemann nunca hubiera descubierto Troya cuando todos le tachaban de loco. Sin embargo, como ya te he advertido, los expedientes X no son para mí, pues por un solo descubrimiento de Troya tenemos miles de palos de ciego y todo tipo de maltratos a la Historia." 

"Los creyentes a menudo termináis forzando las explicaciones y buscando paralelismos que, para los no creyentes como yo, a veces están cogidos por los pelos. Es algo muy humano, te lo reconozco de nuevo, pero cuando estamos convencidos de algo forzamos las señales, como aquella vez en la adolescencia en la que estaba totalmente convencida de que el chico que me parecía tan mono y se sentaba tres pupitres por detrás me había sonreído, cuando en realidad lo que trataba era de componer una extraña mueca para que la profe, siempre vigilante, no le pillase bostezando". 

"Y volveré a ser pesada sobre el hecho de que has escrito una novela, que no un ensayo, pero una vez revisada tu trayectoria es más que probable que, efectivamente, muchas o todas las teorías que expones formen parte de tu religión. De no ser así, ¿para qué tanta referencia y glosario? Parafraseando a tu colega, Iker Jimenez, "¿casualidad? No lo creo..."

"Por mi parte, en lo que a teorías se refiere, siempre he intentado ceñirme a lo que aprendí de uno de los mejores profesores que he tenido, quien siempre nos recomendaba que, a la hora de enfrentarnos a la interpretación de un hecho histórico u obra de arte, de haber varias hipótesis mejor nos quedarámos con la más sencilla, porque esa será la que tenga más visos de ser cierta hasta que aparezca una prueba que la desmonte. No te niego que los maestros del Renacimiento afrontaban su pintura y sus temas desde una óptica que el resto de los mortales no siempre alcanzamos, si no, no serían grandes maestros y el arte sería extraordinariamente aburrido si sólo reflejase lo evidente, algo que tú mismo dices en la pag. 22 de tu libro y con lo que estoy felizmente de acuerdo. Como ves, te aprecio un poquito y te he leído con mucha atención, incluso subrayando algunos pasajes que, si me permites, puedo llegar a usar en algunas de mis clases". 

"Lo que en realidad me da "miedo" de tu maestro del Prado es que todas sus enseñanzas sean tomadas a pies juntillas como veraces y absolutas. Por eso, como dirían los de Camela, "Escúchame, compréndelo, es imposible nuestro amor..." Te confieso que, además, tengo un profundo trauma con novelas que supuestamente desvelan verdades ocultas: viví en mi tierna juventud el, para mí, nefasto horror del "Código da Vinci". Todavía me estoy recuperando de aquello, pero Dan Brown no deja de publicar un disparate tras otro con un inexplicable éxito, lo que aumenta mis secuelas, por eso no puedo asumir con tranquilidad las teorías que planteas, como esa a propósito de La Virgen de las Rocas, también de Da Vinci, en la que, según el maestro del Prado, se desvela el secreto de que realidad existieron dos niños Jesuses gemelos. No te quiero comparar con Dan Brown, tú por lo menos escribes bien, pero esa obsesión por Leonardo es demasiado para una descreída con extrés postraumático."

"Y eso, Javier Sierra".

Pero vuelvo a centrarme en los pacientes lectores de este blog y no voy a demorar más mi conclusión. No os creáis que porque las teorías esotéricas me ponen nerviosa voy a ponerme como el bibliotecario de El Nombre de la Rosa. No. Todos los libros tienen su lector y éste seguro que apasiona a los fans de Cuarto Milenio y Expediente X, también le puede interesar a un aficionado al arte curioso o incluso al lector de novelas de misterio. Ahora bien, sería deseable que todos ellos, si deciden traspasar la línea y creer que esto va más allá de la simple ficción, y es fácil traspasarla, se enfrentasen al maestro con espíritu crítico. Por eso recomendaría su consumo como el alcohol: con prudencia, que las cervecitas están muy ricas pero enseguida se nos puede ir la mano. No aconsejaría a nadie ir corriendo al Museo del Prado con el libro debajo del brazo, eso haría que el niño Jesús, el único que yo conozco, llorase un poquito.