sábado, 19 de enero de 2019

Medio sol amarillo

Me hace especial ilusión dedicarle esta entrada a una de las autoras con las que más he disfrutado en los últimos meses y de la que me confieso admiradora incondicional. Si yo tuviera Instagram hasta la seguiría. Me refiero a la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, una talentosa escritora que espero nos deje muchas más novelas. De momento tiene cuatro, un par de obras de teatro, un libro de poesías y un brevísimo ensayo que está teniendo mucho éxito y difusión "Porqué todos deberíamos ser feministas". Medio sol amarillo es su segunda novela.


Autor: Chimamanda Ngozi Adichie (1977 - )
Título: Medio sol amarillo
Editorial: Literatura Random House, 2006
Pag. 544

Resumen:

Medio sol amarillo recrea un período de la historia contemporánea de África: la lucha de Biafra por conseguir una republica independiente de Nigeria, y la consecuente guerra civil que segó la vida de miles de personas. Con gran empatía y la naturalidad de una narradora comprometida, Chimamanda Ngozi Adichie recrea la vida de tres personajes atrapados en las turbulencias de la década: el joven Ugwu, empleado de la casa de un profesor universitario de ideas revolucionarias; Olanna, la hermosa mujer del profesor, que por amor ha abandonado su privilegiada vida en Lagos para residir en una polvorienta ciudad, y Richard, un joven y tímido inglés que está enamorado de la hermana de Olanna, una mujer misteriosa que renuncia a comprometerse con nadie. A medida que las tropas nigerianas avanzan, los protagonistas de esta historia deben defender sus creencias y reafirmar sus lealtades. Medio sol amarillo es una novela épica y magistral, que cuestiona el colonialismo, las alianzas étnicas y la responsabilidad moral de un conflicto apoyado por las potencias mundiales.

Reflexiones y disertaciones personales de Criska World sobre Medio sol amarillo

¿Alguna vez habéis visto por la tele, embobados, el patinaje sobre hielo? Siempre me asombra la levedad y la gracia de las patinadoras, que parecen flotar por la pista desposeídas de peso, desplazándose y girando al ritmo de la música. Sus movimientos son fluidos, naturales y aparentemente tan faltos de dificultad que por unos instantes caes en la trampa de pensar que tú también serías capaz de volar por el hielo. Hacen que algo extraordinariamente complicado parezca sencillo. Tuve esa misma sensación la primera vez que leí una novela de Chimamanda, donde las palabras parecen deslizarse sin dificultad por las páginas. Por eso me gusta tanto. Es una narradora eficaz, sincera, carente de afectación y hace que leer sus historias sea un placer sencillo, fácil. Y es que cuanto más leo y escribo más me convenzo a mí misma de que “menos es más”, que la literatura no tiene porqué ser un intrincado laberinto de retórica y complicadísimas metáforas en las que el lector se puede sentir perdido y abrumado. Una historia está tan bien escrita en la medida en la que cualquier lector, independientemente de su edad, formación o ámbito geográfico, sea capaz de sumergirse en ella, hacerla suya, comprenderla. ¿Acaso no va la narrativa de eso: de contar historias que conecten con la gente?

No se me escapa el hecho de que quizás, a algunos de vosotros, el resumen de Medio sol amarillo os ha podido “tirar pa’tras”. Yo misma, de no haber leído la novela “Americanah” y a raíz de ahí haber investigado un poco sobre la autora, hubiera pensado: ¿pero qué me recomienda esta loca? ¿una novela histórica sobre la guerra de Biafra, un país extinto que no sabría situar en el mapa? ¿pero qué voy a tener yo en común con un chaval de una aldea remota o con una mujer de Lagos? Pero creo que si os animáis y decidís asomaros a las vidas de los protagonistas, unas pocas páginas después le habréis cogido cariño a Uwgu, un muchacho trabajador con un afán de superación y una inocencia casi cómica; os sentiréis identificadas con Olanna, culta, independiente y con la necesidad de complacer a todos cuantos la rodean, incluso llegareis a admirar la pasión y determinación con la que Onedigbo defiende sus ideas revolucionarias. Richard os inspirará lástima, tan blanco y tan inglés que se pasa media novela como Hamlet, corroído por la duda y la inseguridad, tratando de buscar su verdadera identidad, mientras que Kainene, áspera y segura, hace tiempo que asumió la suya: la gemela mala; porque Adichie es tan buena dibujando la personalidad de cada uno de ellos que el lector tiene la sensación de oírles hablar, de modo que al finalizar la novela os iríais a tomar unas cañas incluso con ese personaje que al principio os caía un poco gordo. La clave está en la empatía y la sensibilidad con la que los trata, sin despojarlos de su humanidad ni siquiera cuando se ven zarandeados y destrozados por las circunstancias. 

La autora divide la historia en cuatro capítulos. El primero y el tercero se desarrollan a principios de los años sesenta, mientras que el segundo y el cuarto tienen lugar a finales de la década, en pleno conflicto bélico. Ésta estructura no sólo ayuda a contextualizar las circunstancias históricas que dieron lugar a la guerra de Biafra, sino que favorece a la creación y crecimiento de los protagonistas, a los que el lector tiene la oportunidad de observar en su estado natural, comportándose, sintiendo y viviendo el día a día de una rutina pacífica, antes de verse sorprendidos por la guerra.  En este sentido, destacaría la capacidad de Chimamanda para transmitirnos la crudeza de los enfrentamientos, sin suavizar situaciones y a veces pintando imágenes realmente duras, pero nunca recreándose en el morbo o la violencia gratuita. La autora se muestra valiente y crítica a la hora de exponer y analizar el sufrimiento de la población civil, que procede no sólo del hostigamiento y las bombas de las tropas enemigas, sino también de la manipulación e irresponsabilidad de su propio gobierno, haciendo creer a los biafreños que ganarían una guerra perdida de antemano. No trata de esconder el embrutecimiento y constantes abusos de los soldados que debían proteger a su pueblo, aquellos que lucían en su uniforme el medio sol amarillo, el mismo que aparecía en la bandera de Biafra y que da título al libro.

Creo que ante el entusiasmo mostrado desde el principio de la entrada no os quedará ninguna duda de a quien recomendaría esta novela: a todos los lectores, especialmente a aquellos que necesiten un empujoncillo para mirar más allá de su propio entorno. Todos, de vez en cuando, deberíamos echar un vistazo más allá de nuestras fronteras para darnos cuenta de que el talento, afortunadamente, existe a lo largo del vasto mundo. 

Me gustaría hacer una reflexión que nada tiene que ver con la literatura pero que es inevitable cuando tienes en tus manos un libro de una autora africana. En un primer momento me pareció increíble que una pareja nigeriana de los años sesenta tuviera un modo de vida tan similar al mío. Olanna y Onedigbo tienen estudios universitarios, viven en una casa llena de comodidades, montan fiestas con sus amigos y, antes de la guerra, su actitud es despreocupada, tienen problemas parecidos a míos. Acto seguido no pude evitar sonrojarme moralmente al darme cuenta de que mi admiración procedía de la visión sesgada y casi siempre negativa que en el mundo occidental tenemos del continente africano. Pero claro, qué voy a saber yo, si crecí viendo en la tele imágenes de guerra y miseria que servían para que, una vez al año, cuando nos repartían en el cole un sobre azul y blanco de “Manos Unidas” destinado a la recaudación de fondos para los niños de África (así, en general, como si fuera un único país, y no un enorme continente mucho más grande que Europa), nos acordásemos del bombardeo mediático para que el sobre fuera repleto de monedas. Una vez cerrado el sobre no volvía a acordarme de África, al fin y al cabo sólo era una niña. De mayor tampoco pienso mucho en el tema, excepto cuando, por unos pocos segundos, aparece en las noticias otra matanza o la figura de un niño con la tripa como un balón, y ni me molesto en mirar en el mapa dónde vive ese niño o en leer un poco sobre cómo ha llegado a esa situación. Tengo una ligera noción de la historia reciente de Sudáfrica, Mandela y el apartheid, gracias las muchas pelis que se han hecho sobre el tema, sé que el Congo antes se llamaba Zaire porque mi prima tuvo la ocurrencia de bautizar así a su perro, mi visión sobre el genocidio de Ruanda procede de otra película que me conmocionó y como mucho sé algo de los animales que pueblan el Serengueti gracias a los documentales de La2 (por fin, un conocimiento que no tiene que ver con guerras y catástrofes). Podría seguir pero iba a resultar extremadamente vergonzoso a la par que aburrido. 

Terminaré  esta entrada con una anécdota absolutamente real. Hace más de veinte años, contando yo quince entrañables primaveras, para mejorar mi inglés pasé unas semanas con la familia de un pastor protestante en Bedford, al sur de Inglaterra. Tengo un gran recuerdo de ellos, eran extremadamente amables y simpáticos y sentían mucha curiosidad por todo cuanto pudiera contarles de España. Cuando volví a mi casa, entre escandalizada y divertida, le conté a mi familia algunas de las conversaciones que tuve durante mi estancia en aquella casa. En ellas, siete británicos, dos adultos y cinco niños, me sometían a largos interrogatorios que yo no podía entender: ¿teníamos televisión en mi casa? ¿y aparato de vídeo? ¿la gente en España sabe conducir? Se mostraron absolutamente fascinados y algo decepcionados con cada una de mis respuestas: en mi casa había tres teles, dos vídeos y hasta un ordenador y una video consola; la gente es España no sólo sabía conducir sino que incluso algunas familias tenían más de un coche… ¿pero qué diablos les enseñaban en el colegio a los británicos sobre España? LA respuesta vino en forma de libro de texto que un día me enseñó orgulloso el hijo mayor de la familia, que tenía mi misma edad; en su libro los adolescentes de Bedford aprendían español traduciendo frases como ésta: “Cuando vaya a Madrid compraré una peineta y visitaré el Museo del Prado”, “Paco va a la plaza por las mañanas montado en su burro”.

Cada uno que haga sus conclusiones…

Gracias Chimamanda. Por tu maravillosa forma de escribir y de contar historias. Ni te imaginas cuánto estoy aprendiendo contigo.



A modo de postdata os dejo una breve conferencia de la autora que merece mucho la pena, en ella habla de los peligros de los que ella define como “La historia única"

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