viernes, 26 de octubre de 2018

El maestro del Prado

El libro que comentaré esta semana me tiene francamente descolocada y hasta que desgrane por completo el hilo de mis reflexiones no sabré muy bien cual es el veredicto. El motivo de mis reticencias es profesional, faltando en cierto modo a mi promesa de no ser una sesuda marisabidilla de los arcanos literarios, pero como expliqué en mi primera entrada, si bien tengo un 50% de bibliotecaria, la otra mitad de mi persona se esfuerza por ser una buena historiadora del arte. Soy un raro caso de pluriempleo y por suerte o por desgracia practico ambas profesiones. Pero, me dejo de excusas y paso a colgar la reseña y el resumen "oficial" del "Maestro del Prado" para que entendáis mi mar de dudas:

Autor: Javier Sierra (1971 - )
Título: El maestro del Prado
Editorial: Planeta, 2013
Páginas: 336

Reseña:

Al más puro estilo de los relatos de enigmas de Javier Sierra. El maestro del Prado presenta un apasionante recorrido por las historias más desconocidas y secretas de una de las pinacotecas más importantes del mundo, el Museo del Prado. Una historia fascinante de cómo un aprendiz de escritor aprendió a mirar cuadros y a entender unos mensajes ocultos que difieren de la ortodoxia de la Iglesia católica, una institución que en el Renacimiento era visto más como opresores que como espiritual. Una nueva obra que entusiasmará a los miles de seguidores de Javier Sierra.

Las reflexiones y disertaciones de Criska World sobre el Maestro del Prado



Tengo que confesar que con mucha más frecuencia de la que me gustaría, cuando entro en una librería me abalanzo sobre las ediciones de bolsillo expuestas obscenamente para seducir a las economías más precarias. Fui débil y lo primero que ví fue ese triste 9,99 euros, seguido de atractivas pistas cómo: Museo del Prado, Javier Sierra - cuya trayectoria desconocía a excepción de haber sido galardonado con el Premio Planeta del 2017, circunstancia, a priori, atractiva - y tres páginas con grandilocuentes frases de medios de comunicación sobre la novela , en algunas de las cuales se llega a tachar al autor de erudito del arte. Entre todas estas alabanzas, la que me convenció para adoptar este libro y no otro fue la que sigue: "Un libro que puede cambiar para siempre la percepción del arte del Renacimiento y que, sin duda, se convertirá en referente indispensable para todos aquellos visitantes del Prado que quieren ver más allá de las pinturas", Diario de Pontevedra. Vale que el Diario de Pontevedra no es el New York Times, pero el reclamo fue eficaz y consiguió engancharme. No me molesté ni en mirar la breve reseña.

Nada más llegar a casa me sumergí presurosa en lo que prometía ser una lectura edificante. Lo primero que me sorprendió fue encontrar una historia a modo de diario autobiográfico, narranda, por tanto, en primera persona; de hecho, los acontecimientos "tuvieron lugar" siendo el autor un jovencísimo estudiante de periodismo pero, por motivos que desvela al final, prefirió guardárselos durante casi treinta años. El tejido es simple pero eficaz: deambulando por el Prado al por entonces inocente e inexperto Javier se le aparece un misterioso hombre, el "maestro", quien encuentro tras encuentro va lanzando intrigantes miguitas de pan de manera que, sin darse cuenta, el protagonista termina involucrado en un asunto con tintes sobrenaturales. A lo largo de la trama, o mejor dicho, como parte de ella, Javier Sierra expone los entresijos e intimidades de grandes obras de arte que pueblan el museo, dejando al desnudo todos los supuestos secretos que impulsaron a los grandes maestros en su creación. Y ahí, es cuando la historiadora del arte que llevo dentro empieza a incomodarse. Cuando el misterioso maestro del Prado y su padawan (= alumno, para los no frikis) se sumergen en la investigación de su primera obra - una Sagrada Familia conocida como "La Perla", de Rafael (Sanzio, no la tortuga ninja) - empecé a darme cuenta de qué pie cojea Javier Sierra. Me lancé ipso facto a buscar algo de información sobre él y lo que encontré lo aclaraba todo: el autor ha participado en medios como "Más Allá de la ciencia", fundó la revista "Año Cero" y colabora puntualmente con Iker Jiménez. 

Mencionada muy someramente la trayectoria de Sierra, voy a imaginarme una hipotética conversación con él:

"Mira, Javier Sierra - permite que te tuteé, ya que así lo he hecho con Zadie Smith y Neil Gaimen - te reconozco dos cosas: la primera, una extraordinaria facilidad para contar historias. Escribes muy ameno, de una manera sencilla y cercana, algo que siempre he apreciado, no dejas cabos sueltos y por eso lograrás sumergir a casi cualquiera en la trama. Lo segundo es lo extraordinariamente bien documentado que estás, los amantes de las notas, índices y pies de página se lo van a pasar pirata revisando las últimas páginas y ya quisieran algunos ensayistas estar tan bien preparados cómo tú en tu novela. Pero... aún teniendo muy presente que tu libro es eso, una novela, género literario que se caracteriza por ser una ficción, incluso cuando se basa en hechos reales; aún teniendo esa perspectiva, repito, tenemos un problema de base: tú eres Mulder y yo Scally". 

"No me malinterpretes, yo creo firmemente en las hadas, las meigas y en Harry Potter (y lo digo sin acritud), pero las teorías de la conspiración sacan a relucir la escéptica que hay en mí, y más las manejadas con respecto a la Historia del Arte. Desde mi punto de vista, a pesar del maremagnum documental que aportas, creo que las personas como tú, interesadas en el lado oculto de las cosas, necesitáis siempre ir más allá de las apariencias, porque sino os aburrís, perdéis el interés. Eso no es necesariamente malo, puesto que, de no ser así, el señor Schliemann nunca hubiera descubierto Troya cuando todos le tachaban de loco. Sin embargo, como ya te he advertido, los expedientes X no son para mí, pues por un solo descubrimiento de Troya tenemos miles de palos de ciego y todo tipo de maltratos a la Historia." 

"Los creyentes a menudo termináis forzando las explicaciones y buscando paralelismos que, para los no creyentes como yo, a veces están cogidos por los pelos. Es algo muy humano, te lo reconozco de nuevo, pero cuando estamos convencidos de algo forzamos las señales, como aquella vez en la adolescencia en la que estaba totalmente convencida de que el chico que me parecía tan mono y se sentaba tres pupitres por detrás me había sonreído, cuando en realidad lo que trataba era de componer una extraña mueca para que la profe, siempre vigilante, no le pillase bostezando". 

"Y volveré a ser pesada sobre el hecho de que has escrito una novela, que no un ensayo, pero una vez revisada tu trayectoria es más que probable que, efectivamente, muchas o todas las teorías que expones formen parte de tu religión. De no ser así, ¿para qué tanta referencia y glosario? Parafraseando a tu colega, Iker Jimenez, "¿casualidad? No lo creo..."

"Por mi parte, en lo que a teorías se refiere, siempre he intentado ceñirme a lo que aprendí de uno de los mejores profesores que he tenido, quien siempre nos recomendaba que, a la hora de enfrentarnos a la interpretación de un hecho histórico u obra de arte, de haber varias hipótesis mejor nos quedarámos con la más sencilla, porque esa será la que tenga más visos de ser cierta hasta que aparezca una prueba que la desmonte. No te niego que los maestros del Renacimiento afrontaban su pintura y sus temas desde una óptica que el resto de los mortales no siempre alcanzamos, si no, no serían grandes maestros y el arte sería extraordinariamente aburrido si sólo reflejase lo evidente, algo que tú mismo dices en la pag. 22 de tu libro y con lo que estoy felizmente de acuerdo. Como ves, te aprecio un poquito y te he leído con mucha atención, incluso subrayando algunos pasajes que, si me permites, puedo llegar a usar en algunas de mis clases". 

"Lo que en realidad me da "miedo" de tu maestro del Prado es que todas sus enseñanzas sean tomadas a pies juntillas como veraces y absolutas. Por eso, como dirían los de Camela, "Escúchame, compréndelo, es imposible nuestro amor..." Te confieso que, además, tengo un profundo trauma con novelas que supuestamente desvelan verdades ocultas: viví en mi tierna juventud el, para mí, nefasto horror del "Código da Vinci". Todavía me estoy recuperando de aquello, pero Dan Brown no deja de publicar un disparate tras otro con un inexplicable éxito, lo que aumenta mis secuelas, por eso no puedo asumir con tranquilidad las teorías que planteas, como esa a propósito de La Virgen de las Rocas, también de Da Vinci, en la que, según el maestro del Prado, se desvela el secreto de que realidad existieron dos niños Jesuses gemelos. No te quiero comparar con Dan Brown, tú por lo menos escribes bien, pero esa obsesión por Leonardo es demasiado para una descreída con extrés postraumático."

"Y eso, Javier Sierra".

Pero vuelvo a centrarme en los pacientes lectores de este blog y no voy a demorar más mi conclusión. No os creáis que porque las teorías esotéricas me ponen nerviosa voy a ponerme como el bibliotecario de El Nombre de la Rosa. No. Todos los libros tienen su lector y éste seguro que apasiona a los fans de Cuarto Milenio y Expediente X, también le puede interesar a un aficionado al arte curioso o incluso al lector de novelas de misterio. Ahora bien, sería deseable que todos ellos, si deciden traspasar la línea y creer que esto va más allá de la simple ficción, y es fácil traspasarla, se enfrentasen al maestro con espíritu crítico. Por eso recomendaría su consumo como el alcohol: con prudencia, que las cervecitas están muy ricas pero enseguida se nos puede ir la mano. No aconsejaría a nadie ir corriendo al Museo del Prado con el libro debajo del brazo, eso haría que el niño Jesús, el único que yo conozco, llorase un poquito. 

















1 comentario:

  1. Impresionante y muy acertada critica a la novela aunque me duele ver vilipendiada a la revista Año Cero y a Iker Jiménez. Acércate al mundo del misterio, al otro lado ,a las sombras y quizás te sorprendas.

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